Alejandro Parisi

Alejandro Parisi

lunes, 24 de abril de 2017

Reflexiones de un tipo que vio Rafaela-Boca mientras Messi se convertía en Héroe (otra vez)



Reflexiones de un tipo que vio Rafaela-Boca mientras Messi se convertía en Héroe (otra vez)



Soy tan bostero que no me plantee ninguna disyuntiva: si Boca jugaba a la misma hora que el Madrid-Barsa o que Argentina-Brasil, yo tenía que ver jugar a mi club. Así lo hice. Es decir, miré el partido, porque Boca no jugó en ningún momento, salvo dos o tres toques entre Pavón y Fabra. Ayer Boca practicó un deporte quimérico: mezcla de rugby, golf con esos palazos larguísimos a la nada, y también tuvo tiempo para jugar a las escondidas.

A esta altura del campeonato, quiero que Boca salga campeón por más que juegue así. Lo necesitamos. Necesitamos festejar algo, y sobre todo poder clasificar a la Libertadores. No sé para qué, pero por lo menos para mirar partidos los miércoles, ya que con este equipo dudo que pasemos la primera ronda.
Ayer “no se podía jugar”, dijo el DT. Y tiene razón: si ponés a Zuqui jugando de extremo, no la va a tocar. Si Vergini hace foul cada vez que sale a cruzar, siempre vamos a tener tiros libres peligrosos para una defensa que hace agua en cada centro. Si Bentancour tiene la cabeza en Turín y siempre muestra esa calidad que tiene impresa un enfriamiento de pecho, tampoco. Si al pobre y rendidor Benedetto lo obligan a matarse con centrales y mediocampistas sin dejarlo de frente al arco, tampoco. Si Fabra y Peruzzi vuelven de atacar caminando de rodillas, menos.

Pero eso no significa que deje de ver a Boca. No soy como algunos de mis amigos, que cuando su equipo pierde dos partidos se dan de baja en el cable y miran Netflix. Soy cabeza dura. Si juega Boca, tengo que verlo. Y hace rato que estoy viendo a Boca sin verlo jugar. No me parece menor el dato de los lesionados: Gago le había dado un primer toque que la mitad de cancha ya no tiene, por más que Barrios tenga un despliegue bárbaro y recupere tantas pelotas. Sin Centurión, el rehabilitado salidor nocturno, tenemos menos vértigo que la llanura pampeana.

Al margen de eso, cada vez que el equipo tiene un partido decisivo, tiembla (como años atrás lo hacía la Bombonera). Empiezan los miedos. Contra Talleres, Defensa y Rafaela pasó lo mismo: al recibir el gol del empate, los 11 jugadores se escondieron, sudando un miedo frío que los empujaba para atrás. “Ahora lo perdemos”, parecen pensar.

Como dijo Su Santidad JRR, Boca no es un equipo serio. Pero lo mas preocupante es que después de cada partido, el DT pone excusas como un niño de 5 años que rompió un vidrio de un pelotazo. Hace agua, Guillermo. Lamentablemente, y ojalá que me equivoque, no le veo futuro en el club. No digo que no tenga capacidad, y al margen de que no me gusta el estilo de juego que propone, dudo que pueda desarrollarla hoy en 2017 en Boca que tiene un plantel tan volátil en su carácter que se deprime con un lateral mal sacado. Un club relegado por un presidente que mira más la política y su propia conquista del poder que el éxito deportivo.  

En fin. Seguiré viendo a Boca pase lo que pase, con la esperanza de que cuando termina el partido puedo ver el resumen del mejor jugador del Mundo destrozando rivales a domicilio. Gracias Messi por mostrarme un poco de fútbol un domingo por la tarde.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario