Alejandro Parisi

Alejandro Parisi

miércoles, 31 de octubre de 2018

Crónica de autor agradecido: Biblioteca de General Villegas.


El año pasado recibí un mail de Nieves Castillo invitándome a visitar la Biblioteca Domingo F. Sarmiento de General Villegas. Pasaron los meses y la invitación siguió en pie, y finalmente el domingo tomé un micro en Retiro con destino a Villegas.



Tengo que ser sincero: no tenía la más remota idea de adónde iba. Pura ignorancia la mía. Incluso, cuando alguien me dijo que iba a Coronel Vallejos sonreí sin entender a qué se refería. Yo creía que iba a un lugar de la provincia de Buenos Aires donde, eso sí me sorprendió y mucho, había gente que había leído mis libros.

Así llegué a General Villegas: de madrugada, con una llovizna serena, con la idea de hablar de mis lecturas y de lo que había escrito, sin siquiera imaginarme que iba a aprender tantas cosas.
En dos días tuve la suerte de descubrir la importancia histórica y literaria de Villegas. Porque en Villegas estaba uno de los fuertes de frontera que los criollos habían construido en los tiempos en que los indios ranqueles dominaban esa parte de lo que hoy es Argentina, hasta poco antes de que el General Roca se encargara de realizar el mayor genocidio que se produjo en este país. 
 
Gracias a Nieves, que no sólo aceptó que la bombardeara a preguntas sino que se encargó de responder cada una de ellas, visité el Museo Carlos Alonso donde se exhibe “La guerra al Malón”, esa colección de obras que Alonso realizó en Villegas para ilustrar el libro del mismo nombre que escribió el Comandante Prado y que Eudeba publicó en 1972. Una obra hermosa que muestra la desolación de esa frontera que unía a indios y soldados en una misma soledad. Gracias también a Ana Pontiggia, que abrió el museo fuera de hora para que pudiera conocerlo.


Pero había algo más que este ignorante desconocía: Villegas era la cuna de Manuel Puig y el escenario de sus libros más importantes. Entonces Nieves me hizo otro favor: presentarme a Patricia Barguero, a quien sus amigos llaman “La viuda de Puig”, como me contó entre risas. Patricia vive en una casa que perteneció a Puig, y sabe todo, todo lo que puedan imaginarse sobre el autor. Me recibió con una generosidad enorme, sin importarle que no hubiera leído nada de Puig y, aceptado mi curiosidad y festejándola, salió de su casa para guiarme por cada uno de los lugares emblemáticos de la obra de Puig: la vinería familiar, el teatro español donde funcionaba el cine al que Puig iba incansablemente, su escuela, la casa de los distintos vecinos que sirvieron de molde para sus personajes. 



En el medio, casi con vergüenza, también pude conocer a mis lectores y hablar de mis novelas. Fue lindísimo charlar con los chicos y las chicas de las escuelas ES Nº7, el Instituto María Inmaculada, el Colegio Nacional, la escuela 201 y la ES Nº 8. Hablamos de Hanka 753, El ghetto de las ocho puertas y La niña y su doble, libros que ellos habían leído para distintas materias. Les conté cómo había sido el proceso de escritura y entrevistas a las protagonistas, y los escuché contarme sus impresiones, sus reflexiones sobre lo que Mira, Nusia y Hanka habían vivido durante el Holocausto. 

Charlamos sobre la importancia de la lectura, de lo que nos lleva a expresarnos a través de distintas vías, como en mi caso la escritura. Cuando pregunté si alguno leía o escribía, varios miraron el piso con las sonrisas contenidas, que eran un SI silencioso. Eso me alegró: no molesten más a los y las jóvenes, no los señalen, porque cada vez que la escuela o la biblioteca les ofrece algo distinto ellos responden con interés. Y si no responden, es porque los adultos no sabemos cómo acercarnos a ellos y ofrecerles los caminos que necesitan. 

La charla sobre la trilogía del Holocausto nos llevó a hablar también de la xenofobia, algo tan vigente como preocupante, y la necesidad de todos nosotros de denunciar cualquier tipo de discriminación, porque el silencio y el “mirar para otro lado” no nos hace neutrales, sino cómplices.



Pero había algo más. En uno de los encuentros, Darío (creo que ese era su nombre), uno de los alumnos,  me hizo una pregunta que me alegró la vida: “¿Va a volver Débora, la amante de Balestra?” Los dos nos reímos y nos miramos: ambos estamos enamorados de Débora, que va a volver, claro, y después de esa pregunta más todavía. Ahí me enteré de que varios chicos y varias chicas habían leído “Con la sangre en el ojo” y que, como yo, la habían pasado muy bien con Balestra y el Rengo.

Con Darío formamos el club de fans de Débora.
 

A todos ellos, un agradecimiento enorme.

También tuve la suerte de conversar con mis lectores adultos sobre Giuseppina, Frattini, Mira, Nusia, Hanka y Balestra, libros que están a disposición de los vecinos en la biblioteca y ellos los habían leído. De Martín también hablamos, pero más como una leyenda porque no hay ejemplares de Delivery en la biblioteca. (A veces me pregunto si esa novela no será una leyenda ficticia, si realmente la escribí. Una lástima no tener ejemplares para que los lectores de los libros posteriores puedan leerlo. Sobre todo mis nuevos amigos de Villegas.)


El cierre fue perfecto porque pude dejar mi condición de autor para enfocarme en mi condición de lector, y terminamos la noche hablando de los autores y los libros que mas disfruté leer.  
Sí, ya sé: este post se hizo larguísimo, enorme. Tan grande como el agradecimiento que me traigo por la generosidad de todos los que conocí en estos días en Villegas. Si bien viajé hasta allá para hablar de lo que leo y escribo, emprendo el regreso cargado de deudas y lecturas pendientes: los libros de Puig que quiero leer porque Patricia me contagió su fanatismo, “La guerra al Malón” y “Una excursión a los indios ranqueles”, ese libro del que tan bien y tanto escuché hablar a mis amigos Emiliano Alvarez, Ricardo Strafacce y Rolo Pérez.

Otra vez, gracias a cada uno de los que se acercaron a participar de las charlas. Sobre todo a mis madres adoptivas, que se pasaron el tiempo preocupándose porque no me faltara nada, de que no caminara ni un metro, de que tuviera siempre el mate listo. Nieves, Meme, Sandra y Elba: me hicieron sentir como en casa, me enseñaron un montón de cosas y me trataron tan bien que me siento en deuda. Prometo volver, así nos sacamos juntos esa foto que me faltó para agregar a este texto de agradecimiento. (Y no me olvido de todos los libros que hubiera querido secuestrar de esa hermosa biblioteca que Villegas tiene para ofrecerle a los vecinos y que ustedes llevan adelante con tanto orgullo, trabajo y dedicación).

7 comentarios:

  1. Qué precioso ale!! Largo pero delicioso... te estas convirtiendo en un peregrino literario! Cuánta riqueza de cada pueblo cada rincón donde tus propios libros te conviertenen en otro personaje de otra historia ensamblada. Felicidades

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  2. Hermosa nota Alejandro, un gusto haberte conocido y leerte! Abrazo desde aquí!

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    1. Querida Patricia, gracias a vos por tu generosidad. Un abrazo grande!

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  4. Sos una gran persona, tu conexión con lxs alumnxs fué instantánea. Balestra apareció en nuestra biblio para quedarse, vamos por más lecturas! y esperamos tu regreso

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    1. Sabía que se leía la trilogía en las escuelas, pero ver que habían leído a Balestra y se habían divertido como yo, me alegró la vida. Gracias a ustedes, la pasé genial. Estamos en contacto para lo que necesiten.

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