Alejandro Parisi

Alejandro Parisi

viernes, 3 de enero de 2020

Los mares del sur: Carvalho contra las vedettes de la Novela Negra.




"Un cartel discreto anunciaba una serie de actos sobre la “novela negra”. Con un aplomo etílico, Carvalho se mezcló con los que esperaban el comienzo de uno de los actos. Se los sabía de memoria. Tenían ese aspecto de huevos cocidos que tienen los intelectuales en todas partes, pero en ese caso adaptados a la española: parecían huevos duros con menos densidad que los huevos duros de otras latitudes. Sobrellevaban el peso de los huevos sobre los hombros con el lógico exhibicionismo, pero también con esa inquietud subdesarrollada de que el huevo peligraba. Estaban divididos por tribus de crianza o de afinidad más alguna tribu de estado intelectual más elevado, adivinable porque todos la miraban de reojo y, aunque con cierta desgana, cada cual quería toparse con ella y verse en la obligación de saludar y ser reconocido.

Empezó por fin el acto y Carvalho se vio metido en un anfiteatro azul en compañía de unas cien personas dispuestas a demostrar que sabían más sobre novela negra que los siete u ocho que componían la mesa.

Se inició la intervención de la mesa con la operación “conquista de aplomo”, consistente en un ejercicio de desentumecimiento cerebral basado en distanciar la función, el lugar y el tema, para luego comenzar la misma según el rito posconciliar. Dos miembros de la mesa se habían autoatribuido el papel decano y empezaron a jugar una partida privada de ping pong intelectual sobre si Dostoievski escribió novela negra o no. Luego pasaron a Henry James, sin olvidar la necesaria mención a Poe, y acabaron descubriendo que la novela negra era una invención de un maquetista francés que dio ese color a la serie de Gallimard sobre novela policíaca. Alguien de la mesa trató de romper el monopolio discurso del barbas y del latinoamericano miope, pero era apartado por codazos invisibles que le lanzaban los seniors.
-         Es que…
-        Yo creo que…
-          Si me permiten…


No le permitían nada. Trató de colar por un resquicio de tiempo la frase: La novela negra nace con la Gran Depresión… pero sólo lo oyeron los de la primera fila y algunos de la segunda, entre los que se encontraba Carvalho. Por movimientos de la nuez de los dos solistas se adivinaba que estaban a punto de llegar a alguna conclusión o fórmula inapelable.

-        Podríamos decir…


Silencio. Expectación.

-        No sé si mi querido Juan Carlos estará de acuerdo.
-        ¿Cómo no voy a estar de acuerdo contigo, Carlos?


Carvalho dedujo que el predominio de las dos vedettes se debía a una complicidad onomástica.

-        La novela negra es un subgénero al que excepcionalmente se han dedicado grandes novelistas, como Chandler, Hammett o McDonald.
-         ¿Y Chester Hymes?


Le había salido aflautada, por lo contenida, la voz al que trataba de meter lengua en el asunto. Lo que fue inicial defecto se convirtió en virtud, porque la rareza sonora provocó cierto sobresalto en los disertantes monopolizadores que se volvieron para adivinar la causa de aquel ruido.

-       ¿Decía usted? – dijo con cansada amabilidad el miope.
-         Decía que a esos tres autores hay que añadir el nombre de Chester Hymes, el gran retratista del mundo de Harlem. Hymes ha hecho un esfuerzo equivalente al de Balzac.


Ya estaba dicho. Los dos protagonistas estaban algo cansados de su protagonismo y dejaron que el intruso se explayara. Allí salió de todo. Desde la novela de la matière de Bretagne, de Troyes, hasta la muerte de la novela después de los excesos epistemológicos de Proust y Joyce, sin olvidar el maccarthismo, la crisis de la sociedad capitalista, las condiciones de marginación social que fatalmente el capitalismo crea y que constituyen el caldo de cultivo propicio a la novela negra. El público estaba impaciente por intervenir. En cuanto pudo se levantó uno de sus representantes y dijo que Ross McDonald era fascista. Otro añadió que los autores de la novela negra siempre están bordeando las posiciones fascistas. Hammett fue exculpado porque militó en el partido comunista americano en unos tiempos en que los comunistas estaban por encima de cualquier sospecha y no habían recibido tratamiento descafeinante. No hay novela negra sin héroe singular, y eso es peligroso. Eso es simple neorromanticismo, terció otro del público dispuesto a salvar a la novela negra del infierno de la historia.

-         Yo más bien hablaría de cierto neorromanticismo que potencia la novela negra, que la hace necesaria en los tiempos que corren.

Ambigüedad moral. Ambigüedad moral. He aquí la clave de la novela negra. Es esa ambigüedad en la que nadan los héroes como Marlowe o Archer o el agente de la Continental. Las dos vedettes iniciales estaban arrepentidas de haber perdido protagonismo y trataban de meter baza en el torrente verbal que se había desencadenado: universo cerrado… inmotivación… convenciones lingüísticas… la nueva retórica… es la antítesis del telquelismo por cuanto resucita la singularidad del autor y del héroe central….

Carvalho salió en este punto, con la lengua y la cabeza espesas. Se acercó a la barra para pedir una cerveza y se vio acodado junto a una mujer castaña, con unos inmensos ojos verdes y el cuerpo cubierto bajo un poncho estrenado en alguna travesía de los Andes.

-         Hola. 
-         Hola. Tu eres… 
-        Dashiell Hammett.

Se rió ella y le instó luego en serio a que le dijera su nombre.

-         Nos presentó Horacio en la presentación del libro de Juan. ¿No es cierto? Yo he salido harta porque estaba cansada de macanas. A mí no me gusta nada todo ese rollo de la novela negra. Pienso lo mismo que Varese: Cuando la burguesía no puede conservar el control de la novela empieza a pintarla de colores. Te leo. Me gusta mucho lo que escribes.
 
Carvalho, desconcertado, se preguntó si Biscuter o Charo habrían publicado algo con su nombre. Pensó en pedirles explicaciones en cuanto llegara a casa.

-         Pues últimamente escribo con cierta desgana. 
-         Se te nota, se te nota. Pero eso nos pasa a todos. Pienso lo mismo que Cañedo Marras: los grandes cansancios presagian los grandes entusiasmos.
 
Carvalho tenía ganas de decirle, quítate el poncho, mi amor y vámonos a una cama negra, blanca, redonda, cuadrada, me da igual, porque cuando la burguesía no puede conservar el control de la cama empieza a adjetivarla."

"Los mares del Sur", Serie Carvalho, Manuel Vázquez Montalbán.

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