Alejandro Parisi

Alejandro Parisi

viernes, 23 de octubre de 2015

La noche de Köln.






Decidí volver caminando desde Neumarkt, a pesar de la sorpresa de la genia de Victoria Torres (“¿estás seguro? Llueve…”) y sus hermosas y divinas hijas, Emilia y Catalina. Pero insistí. Quizá por nostalgia: garuaba finito, algo que perdimos en Buenos Aires en manos, o en gotas, de esas tormentas tropicales que tenemos ahora. 
Al llegar a Rudolf platz (no lo sé, pero supongo que su nombre se debe al príncipe Rudolf, ese amor imposible de la abuela de Nusia) me encontré, bajo una de las antiguas puertas de Köln, una de esas ferias europeas con puestos de comida recién hecha: pescaderías que te hacen un sándwich con el pescado que elegís, queserías que te cortan el queso y te lo sirven, carnicerías que te cortan el trozo de carne y te lo cocinan en el momento… Frente a esas situaciones, siempre pienso “yo no soy de acá” y sigo de largo. Pero paré. 
Elegí un sándwich de arenques y una (unas) copas de vino blanco español. Saqué muchas fotos, que colgaré a la vuelta porque me olvidé el cable. Otra vez, mi inglés tarzanezco volvió a salvarme. Después, de regreso al hotel, hice la parada del vía crucis cotidiano y entré al kiosco a comprarme la misma botellita de cerveza de todas las noches. Hoy, el árabe o turco que atiende, ya me saludó. Creo que voy a dejar un amigo en Köln.

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