Llegaban de noche y se estacionaban en cada cruce de la
General Paz. Toyotas Hiluxs, 4x4. Blancas, con pocas inscripciones. Tan
parecidas a las que habíamos visto en la TV custodiando
rutas derruidas de la ex Yugoslavia, que sólo faltaban los cascos azules. Nosotros no vivíamos en guerra, todavía no, pero se preparaba el gran desastre del 2001 y, como
ahora, como siempre, había que proteger a la Capital de eso que ya se estaba
gestando en la Provincia de Buenos Aires.
Blancas, vidrios polarizados. Eran fantasmas agazapados, fingiendo dormir, atentos a que
nadie interrumpiera ese sueño de orden.
Fue también por esa época que Duhalde, después de mandarnos las
camionetas, pensó que los pibes de la provincia podían ser controlados si se los obligaba a desaparecer de
la calle a las 3AM. La hora del toque de queda te podía encontrar en cualquier
lado en esos años donde no había celulares y ninguno de nosotros usaba reloj. Así, cuando llegaban las 3AM podías estar a mitad de camino de cualquier cosa o de cualquier parte, tanto en el Centro como en la estación de Lanús, corriendo con una empanada
en la mano y una sonrisa despreocupada, muy despreocupada.
Y nadie, nadie se preguntaba cómo iban a hacer los pibes para volver a casa a esa hora en que no había colectivos, ni trenes, sólo remises, si
es que el remisero aceptaba llevarte a un lugar como Lugano o Villa Celina.
Pasado el toque de queda te podían parar por rutina, pedir
documentos, amenazarte. Una noche, en el puesto fronterizo de Av.
Constituyentes y Gral. Paz, allá donde estaba Pancho 46, o 55 o como fuera,
nosotros íbamos caminando y una de las Hilux se subió a la vereda. Todos contra
el alambrado. “¿De dónde son?” De Lugano. “¿Y qué hacen acá?”. Vinimos a comer
un pancho. “¿No hay panchos en Lugano?”. Nos dejaron ir, y la Hilux blanca se
alejó por colectora como un fantasma, dejándonos con mucho miedo y una terrible
sensación de estar en el pozo que no nos correspondía.
Pasaron muchos años, las Hilux dejaron de ser blancas. Ahora
son verdes, y los puestos de frontera tienen hasta una casilla techada,
confirmando que la amenaza siempre vendrá desde el otro lado de la frontera.
De esa época quedaron los amigos, pero también este tema
que, más allá de gustos musicales, retrató eso que hoy es pasado y recuerdo.
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