Alejandro Parisi

Alejandro Parisi

jueves, 31 de agosto de 2017

Feria del Libro de Olavarría



Hace unas semanas, el amigo Rodrigo Fernández del diario El Popular me propuso viajar a Olavarría para participar de la Feria del Libro que se iba a desarrollar en la ciudad. El último viaje había sido a Rosario, y Dante, mi hijo, se había quedado con las ganas de venir. Así que aproveché la invitación del querido Fernández para saldar esa deuda con Dante y para conocer a ese periodista, hasta ahora amigo virtual, con quien mantenemos una amistad vía chat y que hizo tan lindas lecturas y reseñas de muchos de mis libros.

Nos despertamos bien temprano el martes y allá fuimos, viendo la lluvia caer sobre la Pampa Húmeda, con la ansiedad y la incertidumbre que siempre me provoca salir de la cueva que habito y donde paso la mayoría del tiempo, escribiendo, leyendo o mirando fútbol.

Desde que llegamos, toda la gente de Olavarría nos trató como si fuéramos más de lo que somos: un trato afable, atento, tan cordial que emociona y que, sólo por un momento, me llevó a pensar que debería salir más de mi casa.  

En el día y medio que pasamos en la ciudad, tuve la posibilidad de conversar con los libreros de El Faro, lectores y vendedores de Balestra, que reclamaron la segunda parte. También charlamos con la gente que se acercó y con los alumnos de una escuela rural de la zona, que si bien no me conocían a mí ni a mis libros, se abrieron a la charla con esa atención despreocupada de la cual sólo son capaces los jóvenes.

El tiempo pasó muy rápido, pero sirvió para hacerme pensar en esas cosas que uno no piensa cuando escribe. Porque, creo, la teoría es muy posterior a la escritura. Sólo al hablar de mis textos es que pienso racionalmente en ellos, como si el que los hubiera escrito hubiese sido otro. 

Mi agradecimiento a toda la gente de cultura del municipio, a los libreros, al público, a los muchachos de la peña de CASLA, que desde su puesto de la feria escucharon con atención lo que yo decía, y en especial a Rodrigo Fernández, por su generosidad, su interés, por las charlas y su trato tan amable. Mi única crítica es su altura de jugador de basket: me hizo sentir un liliputiense en cada foto que nos sacamos.

La verdad, la pasamos tan bien que ya pensamos en volver algún día.Mientras tanto, vuelvo a la cueva para revisar las pruebas de galeras de HANKA 753, con la satisfacción de haber participado en la Feria del Libro de Olavarría.










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