Veda
Era el sábado previo a las elecciones presidenciales de
1995. Teníamos 19 años. Como cada fin de semana, nos juntamos en el bar
de enfrente de la Estación de Lugano. Nos sentamos en una mesa de
afuera, en la vereda. El tema era que no se podía servir alcohol por la veda electoral. La genialidad criolla enseguida resolvió saltear la
norma con la simulación: fernet con coca en vasos altos, que podían
pasar por gaseosa, y Tía María en pocillos de café. Medio paranoicos, medio
orgullosos, pasamos esa noche como cualquier otra..
Hasta que en un momento paró
un patrullero frente al bar. Nos preocupamos un poco, era evidente que
la gaseosa por sí misma no podía dejar esa espuma espesa en las paredes
de los vasos. Se bajó un cana del lanchón, nos deseó las buenas noches y
se metió en el bar.
Hicimos un silencio incómodo, no queríamos que el
dueño tuviera problemas por culpa nuestra. Al ratito, el cana salió del
bar con una botella de Quilmes fría en la mano. Nos saludó, se subió al
lanchón y se fue. Nadie dijo nada, pero todos nos sentimos unos grandísimos estúpidos.
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