Alejandro Parisi

Alejandro Parisi

lunes, 18 de abril de 2016

Delivery. Fragmento: minitas electrónicas.





"Me siento bien, la cerveza me puso de buen humor y tengo ganas de encontrarme con Carla o con cualquier otra mina. Veo un kiosco y le digo al tachero que pare. Me bajo y compro cigarrillos. Me subo otra vez al taxi y le doy uno al tachero. Gracias, dice y los dos encendemos un cigarrillo. Fumamos. Llegamos a Edén, le pago al tachero y me bajo. En la puerta todavía no hay mucha gente, así que el rubio me ve enseguida y me dice Martincito, hoy es tu día y yo sonrío y lo saludo. Andá arriba que el Tano te tiene una sorpresa, dice. ¿Puedo tomar algo primero?, digo y él dice vení conmigo y me lleva a la barra y él mismo me sirve un fernet con Coca Cola. El barman mira y el rubio le dice él se llama Martín y lo tenés que tratar bien. Okey, dice y me saluda con la mano. Yo soy Gastón, dice. Después el rubio sonríe y vuelve a decir hoy es tu día y ahora creo que tiene razón.
El boliche está casi vacío. Termino el fernet y el rubio dice ¿vamos? y yo digo adonde quieras y él se ríe. Entonces subimos las escaleras, pasamos por el guardarropas y llegamos a la puerta que tiene el cartel de PRIVADO. Después nos vemos, dice y digo ¿no entrás? Más tarde, dice y se va y yo me quedo solo.
Enciendo un cigarrillo y golpeo la puerta. Abre una mina: rubia, pelo lacio, ojos verdes, vestido negro corto, medias hasta la rodilla. Hermosa. Me mira con cara de “te estaba esperando” y no lo puedo creer. Me sigue mirando y no dice nada. Yo tampoco. Entonces escucho que el Tano dice pasá, Martín y la mina me deja entrar y después cierra la puerta. Vení, vení, dice el Tano y se da cuenta de que sigo mirando a la mina. ¿Te gusta?, dice y yo digo que sí con la cabeza. Él se ríe y dice ya va a haber tiempo para todo, sentate. Me siento en un sillón de cuero rojo y él se sienta en otro igual. Estamos frente a frente, en el medio hay una mesita de vidrio que antes no estaba. Tres baldes de metal, cada uno con hielo y una botella de champagne importado. 
¿Qué te parece?, dice y señala la oficina. Joya, digo y miro para todos lados y me doy cuenta de que además de la rubia que me abrió hay tres chicas más: dos morochas y una pelirroja, las tres hermosas. Dan vueltas y de vez en cuando  miran por la ventana o se sirven champagne. Hay mucho humo, ellas caminan despacio y no hablan. 
Sabés que los muchachos te tienen confianza, dice. Sí, digo, eso es bueno, ¿no? Más que bueno, dice, si ellos te tienen confianza quiere decir que yo también. Y eso te conviene, dice después y mete la mano en el bolsillo y saca unas llaves. ¿Tenés registro?, dice y digo que sí. Tomá, dice. ¿Qué es?, digo y sonrío porque no lo puedo creer. Las llaves del Golf, dice, es tuyo. Gracias, digo y miro las llaves. Acordate de algo, dice, los autos nos pueden meter en quilombos, así que si llegás a tener algún problema prendés fuego al coche y venís a buscar otro, ¿entendiste? Sí, sí, gracias, digo y él dice Eli, servile champagne a Martín y la rubia sirve una copa y me la trae y se sienta al lado mío. Todavía no, dice el Tano y ella me mira como diciendo “ya vas a ver” y se va a mirar por la ventana. Joya, pienso.
Tomo tres copas más de champagne y el Tano me mira y dice ahora vas a salir con el coche. Yo lo escucho y digo que sí con la cabeza, todavía no puedo creer nada de lo que está pasando pero miro las llaves del auto y digo que sí a todo. Vas tener el auto para vos, dice, y vas a entregar unos paquetes donde yo te diga. Igual que ahora, digo pero él dice no, chiquito, ahora vas a repartir en serio. Joya, digo y pienso que para mí es lo mismo.
Entonces el Tano vuelve a meter la mano en el bolsillo y pienso que va a sacar las llaves de un avión para que vaya a buscar merca a Colombia pero no, saca un poco de guita y me dice guardala. Yo la guardo y él mete la mano en otro bolsillo y saca una bolsita de merca y la deja arriba de la mesa de vidrio. Merca, pienso. Después saca cuatro billetes de un dólar y los deja sobre la mesa, al lado de la merca. ¿Para qué será?, pienso y pienso que deben ser para mí y cuando estoy por agarrarlos el Tano dice Eli y ella se acerca, se para frente a mí y me pasa un dedo por los labios. Hija de puta. El Tano se ríe. Joya, pienso y me olvido de los billetes y no puedo creer que todo esto me esté pasando a mí.
Eli me da un beso y me empieza a tocar. Joya, joya, joya, pienso y veo que las dos morochas se sientan con el Tano. La pelirroja abre la bolsita de merca y empieza a preparar una línea, después otra y otra y otra y otra más. Agarra uno de los billetes, lo dobla hasta formar un tubito y lo usa para aspirar una línea y mueve la cabeza para atrás como si alguien le tirara del pelo. Después las chicas que están con el Tano también agarran cada una su billete y toman y Eli dice esperá y se arrodilla frente a la mesa, agarra el suyo y aspira un línea. Me mira y no dice nada. El Tano también me mira y sonríe. Entonces me arrodillo pero antes de que aspire una línea él dice este es para vos y me da un billete de cien dólares. Joya, pienso y digo gracias y uso el billete para tomar una línea entera y la mitad de otra. Siento un escalofrío y siento que la merca me pasa por la nariz como si fuera un clavo que me raspa y me lastima hasta la cabeza. La puta madre, digo y me toco la nariz para ver si me sale sangre, pero me miro las manos y no tengo nada. Dejo el billete arriba de la mesa y Eli me levanta y me empuja contra el sillón. Siento como si estuviera tragando fuego pero ella se sienta arriba mío y me olvido de todo. Se ríe, yo le levanto el vestido y le saco la bombacha. Ella me baja los pantalones y vuelve a pasarme un dedo por los labios. Hija de puta, digo y ella se ríe. Cogemos y ni me doy cuenta de que el Tano y las chicas que están con él están desnudos y mirando. La pelirroja toma otra línea.
Todo bien, pienso y siento que la merca no me hizo nada. Todo bien, vuelvo a pensar y pienso que tengo sed. Todo bien, digo y Eli se viste y yo me subo los pantalones. El Tano y las chicas ahora están haciendo de todo. Me sirvo una copa de champagne y la vacío de un trago. Eli se prepara otra línea y la aspira. Sacude la cabeza, después se acerca y se sirve champagne. El Tano y las chicas se ríen, gritan. La pelirroja vuelve a tomar merca.
Eli se sirve otra copa y no dice nada. Enciendo un cigarrillo. Fumo. Miro por la ventana y veo que la pista del boliche se llenó de gente. Vuelvo a mirar a Eli y ella abre la boca pero no dice nada. Quiero decirle que es hermosa pero siento que no puedo hablar, y entonces yo también abro la boca pero no digo nada. Ella vuelve a tocarme.

Un rato después se abre la puerta. Es el gordo rubio que trae más champagne. Estamos todos vestidos y la pelirroja ya se tomó toda la merca que quedaba. ¿Todo bien?, dice el rubio y yo digo que sí. Sí, sí, digo y me paro y le pregunto dónde está el grandote que lo quiero saludar. Abajo, dice y se ríe. Después se va. La merca no hace nada, pienso y pienso que lo único que hace es darte sed. Eli y las chicas que estaban con el Tano se asoman a la ventana y bailan y dicen qué buen tema y se van a la pista. No saludan ni nada, se van corriendo. La pelirroja no, está sentada en el piso mirando la copa que tiene en la mano, parece hipnotizada. Porque no cogió con nadie, pienso y el Tano dice el jueves a las doce en punto acá, después me abraza y dice bien, pibe, bien. Se va y yo me quedo sentado en el sillón al lado de la pelirroja. Cuando el Tano cierra la puerta me guardo el billete de cien, después me levanto y miro por la ventana. Las chicas están bailando sobre los bafles. Mirá a tus amigas, digo pero la pelirroja no me escucha. Mirá, digo pero ella sigue mirando la copa y no dice nada.

Salgo de la oficina y bajo las escaleras. Me siento bien, pienso y pienso que tengo ganas de tomar un whisky. Voy a la barra donde está Gastón y le digo que me llamo Martín y que quiero un whisky. Él se ríe y agarra una botella de J&B y me sirve un vaso bien cargado. Joya, digo y tomo y cada vez me siento mejor. Enciendo un cigarrillo. Fumo. Eli está bailando arriba de uno de los bafles, tiene los ojos cerrados y se mueve y todos la miran. Tomo un trago de whisky, meto una mano en el bolsillo del pantalón y toco las llaves del Golf. Joya, pienso y pienso que la merca no hace nada.
Al rato empiezo a caminar por el boliche, doy una vuelta pero no veo ni al rubio ni al grandote. Sigo caminando y salgo a la terraza que da al río. Vuelvo a entrar y doy dos vueltas más. Después voy a la barra y pido una cerveza porque tengo sed y porque me llamo Martín y tienen que tratarme bien. Doy otra vuelta y me acuerdo de la fiesta de Lola pero no me importa porque pienso que fiesta como ésta no debe haber en ningún lado.

Cuando vuelvo a pararme en la barra, alguien me mete la mano en mi bolsillo. Me doy vuelta porque quiero pegarle al hijo de puta que quiere robarme las llaves del auto pero veo que es Eli. Entonces le doy un beso y le acaricio el culo. Me habla y no entiendo qué dice. Le digo que sí y ella sigue hablando y se mueve y me está volviendo loco. Vamos, digo. Caminamos hasta la puerta y cuando salimos el grandote se acerca y me dice Martín, no te pude saludar en toda la noche. Todo bien, digo, ¿el auto dónde está? Allá, dice y señala el estacionamiento. Eli sigue hablando y no se da cuenta de que no la escucho. Saludo al grandote y él dice el estéreo está abajo del asiento. Gracias, digo y camino hasta el coche. Eli también.
Meto una llave en la cerradura pero no puedo abrir. La puta madre, digo y Eli se para adelante de la puerta del acompañante y dice ¿y? Ya va, digo y pruebo con otra llave pero tampoco. Dale, dice ella y la quiero matar. Sigo probando y cuando por fin puedo abrir me meto en el coche y cierro la puerta. Ella abre, se sienta y sigue hablando. No la aguanto más, pienso y le agarro el cuello y le digo callate. Se pone a llorar. Saco el estéreo de abajo de mi asiento, lo pongo y pongo música. Subo el volumen. Eli sigue llorando. Enciendo el auto. Acelero. Anda joya, pienso y no pienso en nada más que en el coche.
Vamos por la Costanera. Bajo el volumen de la radio y le digo ¿adónde te llevo? A mi casa, dice y la miro y veo que se le corrió toda la pintura de los ojos. Me da lástima. ¿No querés dormir conmigo?, digo y ella dice no porque me tratás mal. No seas tonta, digo pero ella se pone a gritar: quiero ir a mi casa, dice, quiero ir a mi casa. ¿Dónde vivís?, digo y ella dice en Martínez. Andá a la mierda, digo y freno de golpe. ¿Qué hacés, tarado?, dice y todos los autos que vienen atrás mío me tocan bocina pero ninguno me choca. Bajate, digo y ella dice ¿estás loco? Bajate, vuelvo a decir y le abro la puerta. Llevame, dice pero yo apago el motor del coche y digo bajate que no te aguanto más. Otra vez se pone a llorar y entonces saco un billete de diez pesos y le digo tomate un taxi. Sos un hijo de puta, dice pero yo subo el volumen del estéreo y vuelvo a arrancar. Loca de mierda."
Delivery, Sudamericana 2002.

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