Alejandro Parisi

Alejandro Parisi

miércoles, 7 de septiembre de 2016

La escritura como herramienta de trabajo.

Hace un tiempo, en una charla, alguien se sorprendió de que yo aceptara escribir cosas para otros y que eso no me hiciera sentir un traidor por poner mi escritura al servicio de algo tan poco bohemio y romántico como escribir guiones, biografías que no firmo, novelas como ghost writer. Mi respuesta fue sincera: me gusta escribir, la paso bien, y si me pagan y eso sirve para mantener la olla, mucho mejor. No lo convencí, e intuyo que mis palabras deben haber reafirmado su postura.

Cierta adolescencia crónica de parte del ambiente literario nunca dejará de irritarme y, al mismo tiempo, causarme gracia. Como si los autores fueran extraterresrtes que no deben utilizar su escritura como herramienta de trabajo. Cada vez estoy más orgulloso de poder vivir de lo que escribo, alternando entre mis propios textos y los ajenos.

Ahora que pasó el tiempo desde aquella charla, pensando, me acordé de esta anécdota de Frattini con Soldi.





"Hacía más de dos meses que no sabía nada de Soldi. Él, como los demás, también parecía haber olvidado las promesas. Sin embargo, el maestro no se sorprendió con su visita.
-        ¿Y Frattini? ¿Cómo van sus obras?
-        Voy a tener un hijo. Necesito un trabajo, maestro.
-        No voy a ayudarlo a arruinar su carrera de artista.
-        Pero…
-        Nada. Pinte. Pinte y vuelva a pintar – dijo el maestro, incapaz de asomar la cabeza por fuera de su confortable burbuja.
Al salir a la calle, Frattini se sintió más sólo que nunca. Los deseos de Soldi no servían para pagar las cuentas ni para acallar esa voz que parecía volver a hablarle en su interior después de meses de ausencia. Nervioso, comenzó a caminar por las calles de Belgrano en dirección al Centro. De a ratos, observaba los edificios, las ventanas cerradas y a los porteros que se apuraban a terminar de lustrar los picaportes de bronce antes de marcharse a dormir la siesta. La esperanza de conseguir un trabajo se había diluido hasta convencerlo de que eso nunca pasaría. ¿A quién quería engañar? De presentarse en un empleo cualquiera, sus patrones no tardarían en despedirlo al conocer su prontuario. Además, ¿qué experiencia tenía? No sabía hacer otra cosa que dibujar y robar."

                                                               Un caballero en el purgatorio, Sudamericana, 2012.

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