Alejandro Parisi

Alejandro Parisi

martes, 1 de noviembre de 2016

Entrevista en diario El Popular.

Quiero agradecer al amigo Rodrigo Fernández por la linda charla que tuvimos hace unas semanas y que salió publicada en forma de entrevista este domingo 30 de Octubre en el diario El Popular de Olavarría. Lo más difícil fue definir cada uno de mis libros en dos o tres palabras.
Acá dejo el link al diario http://www.elpopular.com.ar/eimpresa/247049/lo-que-escribo-se-mueve-por-imagenes-y-emociones y, abajo, el texto completo para quienes quieran leerlo.

ENTREVISTAS. Alejandro Parisi
 
"Lo que escribo se mueve por imágenes y emociones"
 
Alejandro Parisi no pensaba ser escritor. Lo suyo era convertirse en jugador de fútbol. Pero la suerte, que no es tal sino el destino, lo puso al frente de un teclado y de una hoja en blanco.
Rodrigo Fernández

rfernandez@elpopular.com.ar

@rodrigofernand

"Mi sueño era ser futbolista, para nada pensaba que podía llegar a escribir", dice Alejandro Parisi vía telefónica. Son cerca de las 3 de la tarde y se lo escucha descansado. A su lado, me confirmará poco después, hay un mate recién cebado.

"Vengo de una familia de inmigrantes tanos por el lado de mi viejo", cuenta, y aclara que su padre comenzó a trabajar con su abuelo en un corralón de materiales poco después de terminar 4º grado.

Parisi se crió en una casa donde no había libros, "salvo mi vieja, que leía Agatha Christie, sobre todo en el verano cuando nos íbamos a San Clemente", relata, y recuerda que en esa época su madre iba a tiendas de canje porque "los iba leyendo y los cambiaba". En esos veranos comenzó a comprar cómics, aunque nunca fue fanático. "Se ve que como todo pibe me entraban por los ojos los dibujos", explica.

El mundo de los libros se le abrió a los 12 años cuando llegó a sus manos "El mundo perdido", de Arthur Conan Doyle". "Cuando a los 12 años en San Clemente del Tuyú, donde el mar no es mar sino el río que entra y depende del viento, leía el libro de un tipo que se iba a buscar dinosaurios en una meseta del Amazonas, eso como ¡guau..., mirá lo que se puede hacer leyendo...! Es algo que conservo todavía como lector y también como autor, que es la acción en el relato", analiza el autor, y remarca que le aburren los libros de tesis, salvo Aldous Huxley.

"Me gusta la literatura, no de acción, de movimiento, donde pasan cosas. Que los personajes hagan cosas y que no me bajen línea sobre cómo tengo que pensar", afirma.

Después de aquella afiebrada lectura con el libro de Conan Doyle, Alejandro Parisi recién volvería a cruzarse con un libro en el año que estudia el CBC en la UBA (Universidad de Buenos Aires).

El futbolista que no fue

"Mi sueño era ser futbolista, para nada pensaba que podía llegar a escribir", cuenta en charla telefónica, y agrega: "Yo quería jugar a la pelota". Lo intentó hasta los 15 años, pero "el entrenamiento me mataba" y abandonó. Se le cerró el camino del futbolista, pero se le abriría la puerta del escritor.

Había terminado el secundario en la misma escuela a la iba desde el jardín de infantes y la salida "del microclima de Lugano" lo conectó con otro grupo de gente. Chicos más grandes que él, con una bohemia que le fueron transmitiendo poco a poco.

Parisi los recuerda como un "grupo de pibes muy autodidactas a los que les gustaba mucho explorar". "Ellos me enseñaron a leer, me enseñaron a escuchar música. Después, con el CBC, empecé a leer en serio", y reconoce entre risas que durante todos los trabajos, en la escuela secundaria, en Literatura "nunca leí un libro, me los contaban".

Es por ello que durante sus tres primeros años de lectura, entre los 18 y los 21 años, "tuve que empezar a ponerme a leer cosas que toda la gente ya había leído" y ahora reconoce que "por un lado fue una pérdida de tiempo".

El camino del escritor, como siempre, había empezado en el lector y los mismos que lo habían iniciado lo incitaron a que comenzara a escribir. En el bar donde por las noches se juntaban, "ellos escribían y me alentaban mucho a escribir".

Rimbaud, Baudelaire y Lautréamont eran la Santísima Trinidad que leía incansablemente. "Yo quería eso y escribía unas cosas horribles", declara otra vez entre risas.

"Quería salir de eso pero no sabía cómo, porque yo venía de un lugar social donde la gente no tenía que escribir, tenía que conseguir un laburo", y eso lo condicionó bastante. Pero en su ayuda llegó la posibilidad de sumarse a un taller literario que dictaba el escritor Diego Paszkowski y el mundo comenzó a verse distinto. Recuerda que "tenía 19 años y fue buenísimo para mí. El me dijo: ‘lo que escribís es una mierda’. Todos necesitamos que nos digan eso cuando somos chicos".

Ahí decidió pasarse a la narrativa y empezó a escribir cuentos. Para ello lo ayudó mucho la lectura. "En el taller empecé a escribir un texto que terminó siendo mi primera novela". "Delivery" (Sudamericana, 2002), una novela escrita poco antes del estallido de 2001, que mostraba los antecedentes de lo que llegaría después.

El libro salía "mientras el país se caía de a pedazos" y poco después Alejandro Parisi decidió embarcarse en otra historia. La de irse a vivir a Barcelona junto con su mujer. "Me quedé sin laburo y mi mujer quería hacer una maestría afuera, aprovechamos y nos fuimos", dice.

"Durante los primeros seis meses nos mudamos seis veces" y quiso la suerte que uno de los ejemplares de su novela, que se había llevado bajo el brazo, se quedara en uno de los departamentos en los que vivió. "Dio la casualidad que la dueña del departamento salía con un productor. El encontró el libro, lo leyó, le gustó, me llamó y me compró los derechos de cine".

En ese momento "laburaba de mozo 8 ó 9 horas por día y él me dijo: ‘quiero que dejes todo y te dediques a mi guión’ ". Parisi le dijo que era imposible, que no podía porque tenía que trabajar. Pero el productor encontró la manera de ayudarlo. Lo hizo entrar en un casting de guionistas. "Entré, quedé y dos o tres pibes me enseñaron a escribir guiones". Así trabajó escribiendo programas infantiles durante cuatro años, hasta su regreso al país, un trabajo que aún continúa haciendo.

Guionando o la leyenda del escritor maldito

"Lo que me dio el guión fue cierto profesionalismo", reconoce, y cuenta que le reafirmó "un montón de cosas que yo creía de la literatura, que es sentarse en la silla y escribir, escribir, escribir", y además lo obligó a hacer cosas sistemáticas. "Antes empezaba o no sabía adónde iba, pero ahora ya no me pasa eso", y por otro lado también lo ayudó a "romper cierta solemnidad que alguna gente cree que tiene la literatura y que realmente no la tiene". Las leyendas sobre los iluminados que escriben de noche y con whisky de por medio no tienen nada que ver con él, que escribe "de día y con mate", dice entre risas.

"Con el guión encontré que podía vivir de lo que escribo. Porque no vivo de mis ficciones, pero vivo de lo que escribo", admite, y apunta que "a mí lo que me gusta es escribir y necesito un trabajo. Entonces desde el momento en que se me combinaron las dos cosas siento que soy un autor".

Alejandro Parisi escribe de mañana, después de llevar a su hija al jardín de infantes. Desde cerca de las 9.30 hasta las 4 de la tarde. "Me dedico a laburar fuerte. El guión me enseñó a aprovechar el tiempo", cuenta, y señala que si se traba en la escritura "hago otras cosas: cocino, saco los yuyos de las macetas...". "Mi mayor lucidez está entre las 10 de las mañana y las 3 de la tarde", manifiesta.

El tiempo restante se lo dedica a su familia, aunque reconoce que durante el día se queda pensando en lo que ya escribió y por ahí corrige o agrega algo al texto. Reconoce que su "mayor placer es cuando la casa se queda vacía y subo al estudio y puedo sentarme a escribir".

"Lo que escribo generalmente se mueve por imágenes y emociones. A mí me gusta sentirlo yo; después si el lector lo siente o no, es problema suyo", aclara sobre el final, y apunta que es por eso que "me gusta la escritura, sobre todo la primera versión, donde uno va a experimentar lo que quizás experimentará el lector, aunque no siempre", pero para él es "lo más parecido al placer de la lectura".


Feria del Libro y choripanes, la solemnidad y lo snob

Cuando en la conversación surge el tema de la Feria del Libro, Alejandro Parisi dice entre risas que siempre se acuerda con su padre de los choripanes que se comían cuando iban. "Mi vieja y yo íbamos a mirar libros, y mi viejo y mi hermano se quedaban en los puestos de choripán que había antiguamente al fondo", cuenta. "Yo me cansaba rápido por la gente y mi vieja se quedaba entre los libros. Mientras tanto nosotros comíamos choripán. Ese es el recuerdo que tengo de la Feria del Libro", comenta intentando contenerse otra vez.

Desde su punto de vista "las presentaciones de libros son para los amigos, salvo que sea un evento de la editorial para promoción".

"Escribo y quiero que me lean, tenés que promocionar el libro", pero "prefiero promocionarlo fuera del ambiente literario", sumando nuevos lectores desde otros ámbitos.

"Hay autores que escriben para autores. A mí no me interesa el gueto. Todo lo que es de culto me molesta", cuenta, y manifiesta que esa decisión es ideológica.


Los libros y el autor

Alejandro Parisi reconoce que es difícil, pero igual acepta el desafío de intentar explicar en pocas palabras qué significan sus libros para él.

Delivery, Sudamericana 2002: "Es la iniciación. Desde el argumento a la historia, al ambiente. Es la iniciación, sin ninguna duda".

El Ghetto de las ocho puertas, Sudamericana 2009: "Es la historia de la abuela de un amigo, con todo el sentimiento que eso implica. Fue una novela que me desgastó mucho, la protagonista se murió. Fue todo muy triste".

Un caballero en el purgatorio, Sudamericana 2012: "Admiración por la vida que tuvo Carlos Frattini. Es el libro que más me gustó y el que menos se leyó. Frattini es Snoopy, está en todos lados. Un personaje divino".

La niña y su doble, Sudamericana 2014: "Fue un desafío".

Con la sangre en el ojo, Grijalbo 2015: "Balestra es puro placer. Venía hacía mucho con esa idea y sabiendo que era el primero de varios".

Su rostro en el tiempo, Sudamericana 2016: "Es la tragedia tana. No me privé de nada: la gente agarrándose de los pelos y gritando, un velorio de familia, el olor a comida".

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