Alejandro Parisi

Alejandro Parisi

jueves, 12 de abril de 2018

HANKA 753 en AMIA. Gracias a todos.



Finalmente, con la amenaza meteorológica encima, ayer estuvimos con Hanka en AMIA presentando HANKA 753 junto a amigos, lectores, familias de alumnos que acompañaron a Hanka en 2015 a Marcha por la Vida y docentes que ya empezaron a dar la novela como material de lectura para alumnos secundarios. Siempre es un placer encontrarse con los lectores y conversar con ellos. También es un placer que esos lectores puedan escuchar a Hanka tal como yo la escuché durante un año para poder escribir esta novela.
Gracias a todos por venir sin tenerle miedo a esa tormenta que nunca llegó, y en especial a los integrantes del departamento de Cultura de AMIA, que tan bien nos trataron y nos recibieron con generosidad. Gracias también a Claudia Douve por las fotos.














A continuación, el texto que leí.





"Mi nombre es Alejandro Parisi, y soy autor de guiones, cuentos y novelas. HANKA 753 es la última entrega de la trilogía del Holocausto, que inicié hace ya diez años con “El ghetto de las ocho puertas”, basada en el testimonio de Mira Erlich, y “La niña y su doble”, que cuenta la vida de Nusia Gotlib.

Los autores tenemos vidas aburridas. Pero por suerte están nuestros personajes, ficticios o reales, que nos muestran que el mundo tiene muchas más dimensiones que las que llegamos a ver desde nuestra ventana. Por eso, quiero contarles de uno de esos personajes que me enseñaron el mundo.

Había una vez una nena que vivía junto a sus seis hermanos en Lodz, donde se habían mudado luego de que los bolcheviques incendiaran la fábrica de su padre por ser judío.

La nena se llamaba Hanka Dziubas, y era la más pequeña de la familia. Su madre había muerto cuando ella era poco mas que un bebé. Desde aquel día, Mordejai, su padre, se dedicó tan sólo a dos actividades: a trabajar para darle un futuro a sus hijos y a cuidarlos. Sobre todo a Hanka, su pequeña. La sentaba sobre sus rodillas y le enseñaba el mundo a través de un álbum de figuritas de colores con imágenes de distintos animales.

Hanka iba a la escuela primaria mientras sus hermanos iban a la secundaria o a la universidad, y su padre trabajaba. Pero para Hanka, la mejor parte del día era el momento exacto en que Mordejai regresaba y la sentaba sobre sus rodillas para conversar, para explicarle que debía construir su propio futuro a fuerza de estudio, esfuerzo, dignidad y dedicación. Le acariciaba el cabello mientras le hablaba de tigres, elefantes, ardillas voladoras que saltaban de un árbol a otro. Hanka era feliz.
Pero entonces, en 1939, el mundo que Hanka conocía cambió por completo. Al invadir Polonia, los alemanes obligaron a la pequeña Hanka a dejar su casa. Ni siquiera pudo llevarse aquel álbum de figuritas que tanto amaba. Sus hermanos varones se marcharon: uno a la guerra, los otros a la nada misma. Cualquier lugar era mejor que ese barrio cercado con alambrados que era el ghetto de Lodz, donde cualquier excusa era válida para que los nazis humillaran y asesinaran a los judíos.

Poco después, se llevaron a su padre. No les resultó fácil. Aquel día, cuando comenzó la selección, Hanka estaba aferrada a la mano de Mordejai, tan fuerte, que los nazis debieron golpearlo para separarlo de esa nena que lloraba y que nunca olvidaría a aquel hombre cariñoso que era todo lo que tenía. Ese día, el mundo se detuvo para siempre. Entonces Hanka conoció el hambre, el trabajo esclavo, y luego la desidia humana, el horror de Auschwitz. Aquellos hornos infernales que acaban en una chimenea alta, altísima que sembraba los campos de Polonia y toda Europa con las cenizas de los mártires.

El día que conocí a Hanka, ella ya no era una niña. Tenía 86 años. La vida le había dado otra oportunidad. Su esfuerzo, tal como le había enseñado Mordejai, no sólo le había permitido sobrevivir al Holocausto contra toda esperanza, sino que la había llevado a terminar la escuela en Suecia, conocer al amor de su vida, casarse, llegar a Argentina, prosperar, tener hijos, ser abuela.
Y sin embargo, el día que la conocí y me convenció de escribir este libro que estamos presentando hoy, los ojos de Hanka volvieron a ser los ojos de aquella nena de nueve años que seguía sin poder encontrarle una explicación racional a todo lo que le había tocado vivir durante la guerra.
Lo primero que me llamó la atención de ella fue su tenacidad y decisión. “Quiero contar lo que me pasó, lo que ví. No quiero que escriba ni una sola mentira. Tiene que escribir sólo lo que vieron estos ojos”.

Y esos ojos claros, tan lindos, seguían viendo las imágenes horrendas que me contaba: las explosiones, los niños asesinados, los ancianos hambrientos pidiendo migajas de pan, el aire cargado de nieve y cenizas.

Desde el comienzo, aunque no se lo dije nunca, supe que este libro era una búsqueda. No de explicaciones. El Holocausto, como todos los genocidios, puede tener raíces históricas, religiosas y políticas. Pero nunca, nunca tendrá una explicación suficiente para disipar el dolor y el terror que seguía impreso en los ojos de Hanka.

Desde el principio de nuestras conversaciones, que duraron todo un año, entendí que entre todas esas imágenes desgarradoras que después de 70 años seguían impresas con una nitidez abrumadora, en los ojos de Hanka había otra imagen. Una imagen que prevalecía sobre las demás. Era Mordejai, su padre. Por eso, además de ser una novela testimonial sobre el Holocausto, HANKA 753 es la historia de una nena buscando a su padre. Buscando su recuerdo, dándole forma y eternidad a eso mismo que los nazis intentaron exterminar. Porque el olvido es peor que la muerte. Y Hanka, como los demás sobrevivientes, con su búsqueda, su memoria y su testimonio impidieron que las víctimas, que los mártires asesinados fueran condenados al olvido. Sólo la memoria puede cambiar lo que aún está por escribirse.

Estoy muy feliz y agradecido por haber tenido el privilegio de acompañar a Hanka durante la búsqueda de su padre y todos los que no sobrevivieron. Gracias a su ímpetu y su valentía, juntos enfrentamos el olvido y le dimos voz y forma a esos años tan oscuros de la Humanidad, pero también a esos niños, hombres, mujeres y ancianos asesinados.
Porque la memoria de los sobrevivientes es la peor derrota que los nazis podían sufrir."

4 comentarios:

  1. Terminé de leer Hanka 753, con mucha pena de que terminara, lo lei en 3 días, porque es cautivante, mismo que hace llorar, es una obra tan bien escrita que ayuda a purificar el alma junto con las lagrimas.
    Vivenciar la tragedia y pensar en la crueldad de los animales de los nazis, que como predadores de la raza humana, masacraron no solamente a millones de seres humanos sino que se mostraron como son abjectos algunos seres infames que la naturaleza puso en el mundo, sin sentido y sin piedad, eso es Dios?
    Dr. Carlos A. Goldenberg

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    1. Estimado Carlos, me alegro que hayas disfrutado con el libro. Un abrazo.

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  2. Hola este es el contacto de mi mamá me llamo Guadalupe tengo 14 años
    Estoy trabajando con el cuanto de Hanks 753 y quería saber si es posible que pueda visitarla y hacerle una entrevista para mostrarle a mi profesora y maestros

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  3. Hola soy la mama de guada estamos en buenos Aires sólo por hoy lamentablemente y somos de mar del plata y comentarte que guada le llegó tanto la historia de Hanka pero no conseguimos como todo mi mayor respeto a Hanka y a vos por la facinante creación que cautivó elcorazon de mi pequeña muchos besos a hanka y Saludos inmensos para vos

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