Alejandro Parisi

Alejandro Parisi

miércoles, 1 de abril de 2015

Balestra en el diario El Ciudadano, de Rosario.

El crimen como forma social

Publicado el 1 abril 2015

LITERATURA Con la sangre en el ojo Alejandro Parisi Grijalbo / 2014 166 páginas Con la sangre en el ojo es la quinta novela del escritor argentino Alejandro Parisi y la primera en la que se embarca en el género …
 Con la sangre en el ojo es la quinta novela del escritor argentino Alejandro Parisi y la primera en la que se embarca en el género conocido como policial negro. Cuenta sobre todo la historia del detective Álvaro Balestra, su lugar en el mundo, su buscada soledad, su oscuro y penoso pasado que se cuela sobre su presente como una referencia ineludible. Entre la desilusión y el empecinamiento, Balestra se embarca en una intriga complicada y siniestra a partir de una investigación que le encarga una atractiva mujer y que mucho alude a ciertos casos que la realidad contemporánea pone en los títulos de los medios. Novela negra por propia respiración, Con la sangre en el ojo se ocupa esencialmente de la violencia del sistema, a veces sutil, a veces explícita pero siempre fulminante, a la que el uruguayo Balestra observa con una certeza incuestionable: la violencia y la injusticia son hechos inseparables de ese sistema, una expresión del poder y el sometimiento que despliega. A continuación Parisi refiere su debut en el género y su relación con los tópicos que le son inherentes.
—En esta novela te apoyás en la máxima de que puede haber muchas formas de escribir pero generalmente hay una sola trama: las cosas nunca son lo que parecen…
—Sí, totalmente; éste es el primer policial que escribo pero pienso que el engaño tiene que ser para el lector y también para el protagonista; Balestra, por cómo se desarrolla la trama, es engañado al igual que el lector; para mí, que el protagonista sepa algo y que se engañe al lector me parece una estafa; a mí me gusta que el lector viva lo mismo que el protagonista: si el protagonista confunde algo o está viendo una imagen transfigurada, al lector también le va a pasar lo mismo. Lo que al protagonista le pasa no lo tomo como un engaño, a mí como lector no me gusta que pase eso, prefiero perder más tiempo pensando cómo puedo confundir más al protagonista que al lector. Yo venía con la idea de esta novela desde 2007 y la escribí en 2010, porque al principio era muy sonsa la trama, entonces la “frisé” hasta 2013 porque cuando estoy muy metido en el texto pierdo la objetividad en mi forma de laburo lo que hago es dejar el archivo y lo agarro después cuando lo veo más objetivamente…
—Ironía y melancolía son elementos que definen bastante a Balestra y también es un matiz que representa cierta idiosincrasia uruguaya, y este detective es uruguayo ¿te inspiraste en algún detective en particular?, ¿qué te aportó este vaivén entre las dos orillas?
—Lo que me pasó es que desde 2002 hasta 2006 viví en Barcelona y cuando regresé me costó entrar en el ritmo de Buenos Aires. Fueron dos o tres meses duros, veía todo con más distancia, venía de un ritmo más tranquilo, entonces me imaginé que Argentina y Uruguay tienen cosas muy parecidas pero al mismo tiempo son distintos y yo quería ver Buenos Aires no desde un porteño sino desde un uruguayo, necesitaba esa distancia como marco de la novela; a Balestra lo pensé como un ex represor, aspecto que iré contando de a poco en la continuación de la saga, por lo tanto no quería hablar de lo argentino, sobre todo por el dolor que acarrea, y también es cierto que en Uruguay el proceso dictatorial fue menos cruento que acá; lo que me preguntaba es lo que pasa con un tipo que estuvo metido en ese quilombo y que de golpe dijo: “No, yo no quiero ser parte de esto…”. Ambientándolo en Uruguay me permitía jugar con un tipo que se rebelaba ante ese estado de cosas, y al mismo tiempo eso es algo que no se olvida así nomás; ése es el gran fantasma de Balestra: el miedo. El tema de la represión está muy presente pero al mismo tiempo, si hay un tipo que se arrepintió, si la vida lo puso en una escena de represor y se arrepintió y lo enfrentó era interesante para tocar una campana que no se toca con frecuencia, preguntarse qué pasó del otro lado: por ahí hubo gente que la pudo haber pasado mal al darse cuenta que estaban entre hijos de puta que mataban un montón de gente…
—¿Pensás que el policial negro es un género ideal para abordar la realidad en el sentido de las falencias recalcitrantes que tiene, como la intolerancia, algo muy presente en tu novela?
—Para mí sí, porque me parece que permite reflejar todas las miserias humanas, los niveles de corrupción, el policial negro no existiría sin esos componentes…
—La referencia es justamente a esas condiciones técnicas para aprehender y asumir la realidad con más posibilidades que, por ejemplo, el realismo clásico.
—Sí, en el policial negro el detective suele ser un tipo con pasado oscuro; en ese sentido me paro del lado de los policiales yanquis y no del policial inglés donde el detective roza la genialidad: prefiero un tipo manchado nadando en la mierda de la gran ciudad; por ejemplo: en esta novela hay temas colaterales que son problemáticos, como el conflicto de las papeleras entre Argentina y Uruguay; el tema aparece a través de la tevé cuando Balestra está duchándose o haciendo otras cosas; yo no hago una crítica social sino que voy dando pautas del contexto, de lo que pasa mientras el tipo está buscando al asesino de la víctima. Tengo una visión bastante escéptica del género humano: la humanidad es una bomba de tiempo, hay genocidios todo el tiempo, a mí me interesa eso; no creo que Balestra pueda solucionar los males del mundo, no creo que la humanidad quiera la felicidad de todos, la gente quiere su propia felicidad, y Balestra tampoco quiere grandes cosas, sólo quiere arreglar su muelle del Tigre para estar tranquilo allí. Yo no digo que la sociedad argentina es de tal forma y el resto del mundo es un jardín de infantes, todo el mundo es impiadoso, pero quienes dicen que la sociedad argentina no se merece algunas cosas le están errando porque esta sociedad es terrible; pensá nomás en que una gran mayoría de la gente pasa los semáforos en rojo; el género de novela negra prende por eso, porque uno no inventa sino que cuenta lo que ya existe…
—En ese sentido el policial negro pone más en evidencia las insatisfacciones, en el policial clásico no importaba tanto la cuestión moral, a diferencia del género negro donde sí importa.
—Me parece que el policial negro está más cerca de la crónica y además está escindido de la ilustración. En el policial inglés el detective fuma en pipa, está en su casa leyendo libros, es un tipo inmaculado; en el policial negro el héroe es siempre un perdedor: basta pensar en (el escritor norteamericano James) Ellroy, en sus novelas L.A. Confidencial, La Dalia Negra; allí los personajes son tremendos; a mí me gusta mucho Pepe Carvalho, el personaje de (las novelas de Manuel) Vázquez Montalbán: el tipo tiene un pasado oscuro porque trabajó para la CIA.
—Balestra está trazado de esa forma, su perfil está en esa mirada neutra y ambigua que tiene sobre la realidad.
—Él dice que no está para juzgar a nadie, eso me parece que permite más juego todavía; mi detective puede averiguar un asesinato y saber quién mato a quién y no lo va a denunciar porque a él no le importa eso, le importan en todo caso los mendigos porque son tipos desvalidos y hay uno además que es amigo suyo; pienso en todos esos crímenes que nunca se resuelven, como el caso de (María Martha) García Belsunce, o en esos casos irresueltos intrínsecos de las clases altas que el Estado no llega a desentrañar. Yo creo que los que van en cana son siempre los pobres y no es una frase hecha: no es lo mismo tener un abogado de oficio que tener un bufete con cinco abogados; el pobre le tiene terror al Estado y el rico se siente con más poder que el Estado.
—Además de una retórica determinada y las claves formales del género, vos también dejás entrar otras variables para enriquecerlo.
—Sí, y también pongo cosas que no terminan de resolverse para no despegarme de este detective; mostré los personajes que rodean a Balestra día a día pero no conté todo porque me parecía que esta novela pasaba por otro lado, no por mostrar y desnudar todo; algunas de las cosas que están más desarrolladas son la relación de él con su amante, pero lo de Domínguez (un siniestro personaje) está ahí y la idea es que todo eso pueda ir desarrollándose más adelante. Si yo hubiera empezado la novela y hubiera construido a Balestra sobre la marcha, hubiera sido distinto, pero primero pensé a Balestra, pensé esta novela para escribir a Balestra, lo importante para mí era él, por un lado está la intriga policial y por otro lado está el ir conociéndolo.
—Se pude pensar en una cierta relación con el caso Nisman (el fiscal que investigaba la causa Amia recientemente muerto), porque hay muchas cosas en común, no similitudes exactamente pero sí una suerte de paralelismo, porque tranquilamente la víctima de tu novela, en vez de ser un empresario de clase alta, podría haber sido un fiscal…
—Sí, la realidad parece confirmar cosas que ocurren en la literatura. Mi primera novela se llama Delivery y cuenta la historia de un chico que lleva empanadas a domicilio y que para estar mejor económicamente decide vender cocaína al mismo tiempo que lleva las empanadas; él usa de pantalla lo de las empanadas para vender droga, y poco tiempo después salió el tema de las pizzas que tenían la contraseña de Dolores Fonzi (delivery de pizzas y empanadas que iban con marihuana y cocaína y se pedían con el nombre de la actriz); son casualidades que demuestran que uno no inventa nada sino que son cosas que están ahí latentes: vos lo podés exagerar y después la realidad te lo exagera el doble.

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