Gracias a la querida Patricia Suárez por la reseña que publicó en Revista Ñ.
Peripecia atroz con final feliz
La historia real de una sobreviviente de Auschwitz que recaló en la Argentina se convierte en una vertiginosa biografía novelada.
A
esta altura nadie duda de que una de las capacidades del escritor
Alejandro Parisi es la de saber escuchar historias. Ya lo hizo en El
ghetto de las ocho puertas sobre la vida de Mira Ostromogilska,
sobreviviente del ghetto de Varsovia, y en La niña y su doble, sobre la
vida de Nusia Stier, quien para sobrevivir en Lwow (Polonia) durante la
Segunda Guerra Mundial debió cambiar de identidad constantemente.
Su
último libro, Hanka 753, cuenta la historia de Hanka Dziubas Grzmot,
una mujer polaca sobreviviente de Auschwitz. Su peripecia es tan
aterradora como la de cualquiera de los seis millones de judíos que no
sobrevivieron; de muy niña el miedo a los ataques antisemitas en Lodz;
luego las desapariciones y deportaciones cuando los nazis crearon el
ghetto de Lodz; y por último, el horror total, la deportación de las
hermanas Grzmot a diferentes campos de concentración, entre ellos,
Auschwitz.
El lector sabe desde el vamos
que aquí hay un final feliz –la protagonista vive–, porque Hanka tiene
la fortuna y el valor de contarlo para que el escritor conviva con este
material y cree su obra. Hanka Dziubas, lo mismo que las protagonistas
de sus libros anteriores, se instalaron en Argentina y llevaron aquí una
vida de compromiso en la búsqueda de sentido para el genocidio por el
que habían pasado y para impedir que algo semejante vuelva a suceder. De
hecho, Hanka Dziubas trabajó activamente en la ORT y a fines de los 60
se sumó junto con su marido a la Sherit Hapleita Argentina, una
institución fundada por sobrevivientes de la Shoa. O, como ella misma se
pregunta en el libro: “¿Hasta cuándo los judíos vivirán con miedo?
¿Bastaría con la derrota de Alemania para recuperar la entereza, la fe,
la vida que habían sabido tener?”. La novela comienza con la invitación
que alumnos de la ORT hacen a Hanka de viajar a Polonia para visitar el
campo de concentración de Auschwitz en cuyo bloque 5 ella había estado
confinada. Hanka teme regresar y no sabe cuánto el viaje y la emoción
podrían afectar su salud; la novela es la historia de esta decisión de
regresar o no.
Una de las premisas de los
sobrevivientes luego del Holocausto fue “dejar testimonio” de aquello
que sucedió, y en este sentido más de una institución judeoargentina se
plegó al cometido: la empatía con el dolor ajeno es la única manera de
impedir que un nuevo ataque se perpetre. A su modo, Parisi como escritor
también se hace eco de esta manera de pensar la solidaridad –y, por qué
no, la militancia por la paz–, pero una cosa es recopilar historias de
sobrevivientes –como muy bien lo hace Aída Ender en los Cuadernos de las
Generaciones de la Shoa– y otra, crear una ficción, una biografía
novelada, a partir de un relato de la vida real. Podría muy bien
cuestionarse que estos libros no son ni historia, ni biografías, pero
dado que el autor no falta a la verdad y que su pluma es impecable,
vertiginosa, emotiva, ¿no podría considerárselo una estrategia para
plasmar estas historias que de otro modo se perderían?
¿No
es peor que las historias que mucho podrían enseñarnos caigan en el
olvido? Las historias de vida son un género en sí mismo y al que el
lector se prende ansioso. En Argentina en 2017 fueron publicadas una
decena, de las cuales se podrían destacar Chicos de Varsovia de Ana
Wajszczuk, El salto de papá de Martín Sivak o No me olvides, Armenhui de
Magda Tagtachian. Sucede con estos libros que, a través de la voz
personal del narrador, comprendemos más o menos de qué materia infernal
está hecho el mundo, y por dónde se puede aspirar a mejorarlo.
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