Alejandro Parisi: "El desafío era olvidarme de mí y que el narrador fuera solo un instrumento de Hanka"
7 Dec 2017
"El
escritor acaba de publicar “Hanka 753”, una novela basada en la
historia real de una niña cuya vida se ve interrumpida abruptamente en
aquella Polonia de la Segunda Guerra Mundial.
Un relato atrapante, tierno y doloroso, en la voz de una sobreviviente.
Hanka tiene más de 80
años y recibe una invitación para regresar a Polonia. La tierra de la
infancia y los recuerdos tiernos. Pero también la tierra de la guerra
que la sorprendió siendo una niña. La tierra del dolor, de la pérdida,
del hambre.
Ese pasado
regresa y entonces la memoria emerge. No se trata ya de la mirada de
esa Hanka octogenaria, sino de una Hanka pequeña. Una Hanka que corretea
por las veredas junto a sus hermanas, una Hanka que mira con ojos
curiosos, una Hanka que cuenta con la protección de su familia, una
Hanka que queda a la deriva en medio del horror.
“Hanka
753” es la nueva novela de Alejandro Parisi. Un relato basado en la
vida real de Hanka Dziubas Grzmot, una mujer que con sus 9 años se
transformó en víctima y testigo de la Segunda Guerra Mundial.
El
autor de “El ghetto de las ocho puertas”, “La niña y su doble” y “Tu
rostro en el tiempo”, entre otras, regresa sobre ese acontecimiento
bélico que cambió la historia de la humanidad.
-¿Cómo surgió la idea de escribir la historia de Hanka?
-En
el 2009 escribí “El ghetto de las ocho puertas”. Llegué a ese relato un
poco de casualidad porque un amigo necesitaba a alguien que escribiera
la historia de su abuela y era algo tan maravilloso que me metí de lleno
en ese proyecto. El libro quedó bien, funcionó y nos quedamos todos muy
contentos con el resultado.
Después
surgió otra proyecto que dio lugar al libro “La niña y su doble” y
decidí escribirlo porque era totalmente diferente al anterior. Yo pensé
que hasta allí iba a llegar, que el tema ya estaba terminado para mí,
pero el año pasado conocí a Hanka. Y la verdad es que tenía un relato
impresionante que era muy diferente a los otros dos.
En
la primera novela hablo mucho del contexto, porque los personajes son
más grandes; en “La niña…” el plano se achica a la familia. Y “Hanka” es
la más minimalista de las tres porque esta nena no sabe muy bien qué
está pasando hasta que le toca salir de la casa.
-Debe
ser muy difícil, como escritor, narrar desde la mirada de una niña
quitándole todos eso que nosotros como adultos y contemporáneos ya
sabemos de aquella guerra. Es decir vos sabías cosas que tu pequeña
protagonista no.
-Sí,
pero también parte del desafío de esta novela tenía que ver con eso.
Incluso fue lo que me convenció de escribirla, más allá de que la
historia estaba buenísima.
Yo
conversaba con Hanka y pensaba que quería que volver a casa para
escribir porque narraba escenas que eran geniales desde el punto de
vista literario (aunque también eran tremendas, conmovedoras y muchas de
ellas injustas).
El desafío era lograr olvidarme de mí y que el narrador fuera solo un instrumento de esa nena.
Ella dice en un momento que sobrevivió solo para dejar testimonio de lo que pasó y vivió.
-Hay una escena, cuando debe separarse de su padre, que es fuertísima.
-Me
pasó algo muy parecido con los tres libros. Las tres mujeres dieron
testimonio de muchas cosas pero todas se quebraron al hablar de sus
padres. En ese momento volvían a ser esas niñas a las que las sorprendió
la guerra.
-Trabajar
sobre esta memoria sensible, construida a retazo debe ser complicado.
¿Cómo fue ese proceso de entrevistar, encontrar el testimonio adecuado?
-La
verdad es que para que eso ocurra el protagonista tiene que tener ganas
de hablar. Después de ese viaje que Hanka hace en 2015 a Polonia ella
volvió con la idea de que ya lo había superado. Regresó a Auschwitz
sobreviviente como madre, abuela… Por eso tuvo ganas de hablar.
Lo
más extenso del trabajo fueron esas conversaciones. A la novela la
escribí en tres meses, pero las chalas con Hanka duraron más de un año.
Había que dejarla hablar. Fue un proceso parecido a la pesca: tirar el
anzuelo y no apurar nada. La idea era que la novela conservara esa
realidad que ella vivió.
Yo
no soy periodista ni tampoco historiador, y para mí la memoria es no
solo lo que uno recuerda sino cómo uno cuenta lo que recuerda.
-La
novela propone un juego narrativo interesante: comienza con una mujer
de 80 años que recibe esta invitación para regresar a Polonia, y por
otra parte esta también esa niña a la que la guerra la sorprende.
-Hubiera
sido injusto con los lectores sino contaba quien era esa mujer que iba a
narrar la historia. Hanka ya no es una nena desvalida a la que el mundo
se la lleva por delante, al contrario. Ese vaivén de los dos tiempos me
servía para mostrar quien es Hanka hoy y también para que el lector no
se suicide con el libro, porque la vida de Hanka fue muy sufrida. Uno al
abrir el libro ya sabe que tiene un final feliz porque sobrevive.
Aunque para eso tuvo que pasar de todo.
-¿Hubo algún momento o escena que te conmovió de manera especial?
-Sí.
Hanka cuando empieza la novela tiene nueve años que es la edad que
tiene mi hijo hoy. Y la escena en la que ella tiene que dejar su casa y
debe dejar su álbum de figuritas me parece impresionante. Porque a ella
el padre siempre le inculcó que leyera, estudiara, y de pronto le
quitaban todo eso que era la herramienta fundamental para enfrentar el
mundo. Esa escena me parece muy importante.
Y otra escena tremenda es cuando se llevan al padre. Incluso ella lloraba mucho al recordar ese momento.
- El libro muestra también esa fortaleza que tienen los niños.
-
Sus hermanas la protegen, le ocultan todo hasta que no pueden ocultarle
ya más nada. Ella sale a la calle para poder comer, empieza a trabajar
adentro del ghetto y ve gente al borde de la muerte tirada. Después
Auschwitz, la chimenea... Hay u momento en el que Hanka está con hambre,
deseando comida, y de pronto le llega un olor dulce a carne asada y
piensa en los manjares que comen los alemanes hasta que alguien le dice
que la carne esa es de los judíos que están quemando.
- Tres novelas vinculadas a la Segunda Guerra Mundial. ¿Porqué creés que el tema se volvió tan fuerte en tu obra?
-
Yo me crié con las anécdotas de mi abuela de cómo buscaban ratas en el
norte de Sicilia durante la ocupación alemana. De alguna manera
muchísimos argentinos somos nietos de la Segunda Guerra Mundial.
Inmigrantes que padecieron el campo de concentración por ser judíos, el
hambre por ser italianos, la guerra civil por ser españoles… El Siglo XX
nos iluminó y nos condenó a todos. Es el surgimiento y la muerte de la
ideologías, es el siglo de los mayores avances científicos y artísticos y
a su vez el de los mayores horrores cometidos por la humanidad."
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