Alejandro Parisi

Alejandro Parisi

jueves, 14 de junio de 2018

Gracias a todas.


Anoche, mientras la madre estaba en el Congreso representándonos a los cuatro que vivimos en casa, con Dante (10) estuvimos estudiando ciencias sociales para la prueba de viernes. El tema eran las tres revoluciones: la industrial, la francesa y la de Mayo. Más allá de que es su materia preferida y tiene gran habilidad para relacionar contextos y causas, entre los dos fuimos pelando el término revolución.

Siempre, una revolución se plantea para modificar el orden establecido, no siempre de manera violenta. Cada revolución tiene sus símbolos propios: la Marsellesa, las escarapelas de French y Berutti… Como los pañuelos verdes, dijimos los dos. 

Entonces, en ese segundo, mirando el manual de sociales, entendí la magnitud de lo que estamos viviendo. Esto es una revolución, amigos. Esto no es para pedir “Ni una menos” o el “Aborto legal, seguro y gratuito”. Esto es una revolución con todas las letras. Ahí dejamos de estudiar y prendimos la tele para ver a esas mujeres que nos demostraron el valor de la lucha pacífica, de la organización, del compromiso, de una fraternidad que atraviesa ideologías, simpatías políticas y clases sociales y que hacía mucho, mucho tiempo no se veía en este país.

Particularmente, me emocioné. Ya no importa que la ley salgo hoy, dentro de un año, de dos. Ahora entiendo eso que Ana viene diciendo hace rato: esto es imparable. Sí, por suerte esto es imparable. Y lo mejor de todo, para este cuarentón, es ver a las y los adolescentes unidos en la calle, sin romper nada, sin propagar la violencia, pero con una convicción de hierro peleando por el mismo reclamo.

Después, Dante se fue a dormir y me quedé viendo el debate en diputados. Ahí volví a emocionarme: nadie silbaba a nadie, nadie abucheaba. Tan solo se aplaudía o se guardaba silencio. Pero tampoco había violencia. Creo que la razón de esa tolerancia fue de abajo hacia arriba: los diputados entendieron el hecho histórico que se estaba viviendo afuera, a las puertas del Congreso. Y lo respetaron, más allá de sus votos.

Este país es impredecible. Podemos pasar de la violencia anárquica a mostrar esta democracia que sigue creciendo a pesar de nosotros mismos, y que, podemos estar seguros, va a seguir creciendo en los jóvenes que vienen detrás.  

Por eso, esta revolución de pañuelos verdes va a quedar en la historia. Mi admiración para todas las mujeres que la llevaron adelante, yendo a las marchas, como la madre de Dante y su abuela materna, o apoyando desde su lugar, como mi vieja. Rompiendo barreras de clase, de edad, de religión. Las admiro. Hicieron un mejor país que el que teníamos hace un año. Gracias a todas.

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