Anoche, mientras la madre estaba en el Congreso
representándonos a los cuatro que vivimos en casa, con Dante (10) estuvimos
estudiando ciencias sociales para la prueba de viernes. El tema eran las tres
revoluciones: la industrial, la francesa y la de Mayo. Más allá de que es su
materia preferida y tiene gran habilidad para relacionar contextos y causas, entre
los dos fuimos pelando el término revolución.
Siempre, una revolución se plantea para modificar el orden
establecido, no siempre de manera violenta. Cada revolución tiene sus símbolos
propios: la Marsellesa, las escarapelas de French y Berutti… Como los pañuelos
verdes, dijimos los dos.
Entonces, en ese segundo, mirando el manual de
sociales, entendí la magnitud de lo que estamos viviendo. Esto es una
revolución, amigos. Esto no es para pedir “Ni una menos” o el “Aborto legal,
seguro y gratuito”. Esto es una revolución con todas las letras. Ahí dejamos de
estudiar y prendimos la tele para ver a esas mujeres que nos demostraron el
valor de la lucha pacífica, de la organización, del compromiso, de una
fraternidad que atraviesa ideologías, simpatías políticas y clases sociales y que
hacía mucho, mucho tiempo no se veía en este país.
Particularmente, me emocioné. Ya no importa que la ley salgo
hoy, dentro de un año, de dos. Ahora entiendo eso que Ana viene diciendo hace
rato: esto es imparable. Sí, por suerte esto es imparable. Y lo mejor de todo,
para este cuarentón, es ver a las y los adolescentes unidos en la calle, sin
romper nada, sin propagar la violencia, pero con una convicción de hierro
peleando por el mismo reclamo.
Después, Dante se fue a dormir y me quedé viendo el debate
en diputados. Ahí volví a emocionarme: nadie silbaba a nadie, nadie abucheaba.
Tan solo se aplaudía o se guardaba silencio. Pero tampoco había violencia. Creo
que la razón de esa tolerancia fue de abajo hacia arriba: los diputados
entendieron el hecho histórico que se estaba viviendo afuera, a las puertas del
Congreso. Y lo respetaron, más allá de sus votos.
Este país es impredecible. Podemos pasar de la violencia
anárquica a mostrar esta democracia que sigue creciendo a pesar de nosotros
mismos, y que, podemos estar seguros, va a seguir creciendo en los jóvenes que
vienen detrás.
Por eso, esta revolución de pañuelos verdes va a quedar en
la historia. Mi admiración para todas las mujeres que la llevaron adelante,
yendo a las marchas, como la madre de Dante y su abuela materna, o apoyando
desde su lugar, como mi vieja. Rompiendo barreras de clase, de edad, de
religión. Las admiro. Hicieron un mejor país que el que teníamos hace un año.
Gracias a todas.
Hermoso.
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