El año pasado recibí un mail de Nieves Castillo invitándome
a visitar la Biblioteca Domingo F. Sarmiento de General Villegas. Pasaron los
meses y la invitación siguió en pie, y finalmente el domingo tomé un micro en
Retiro con destino a Villegas.
Tengo que ser sincero: no tenía la más remota idea de adónde
iba. Pura ignorancia la mía. Incluso, cuando alguien me dijo que iba a Coronel
Vallejos sonreí sin entender a qué se refería. Yo creía que iba a un lugar de
la provincia de Buenos Aires donde, eso sí me sorprendió y mucho, había gente
que había leído mis libros.
Así llegué a General Villegas: de madrugada, con una
llovizna serena, con la idea de hablar de mis lecturas y de lo que había
escrito, sin siquiera imaginarme que iba a aprender tantas cosas.
En dos días tuve la suerte de descubrir la importancia
histórica y literaria de Villegas. Porque en Villegas estaba uno de los fuertes
de frontera que los criollos habían construido en los tiempos en que los indios
ranqueles dominaban esa parte de lo que hoy es Argentina, hasta poco antes de
que el General Roca se encargara de realizar el mayor genocidio que se produjo
en este país.
Gracias a Nieves, que no sólo aceptó que la bombardeara a
preguntas sino que se encargó de responder cada una de ellas, visité el Museo
Carlos Alonso donde se exhibe “La guerra al Malón”, esa colección de obras que
Alonso realizó en Villegas para ilustrar el libro del mismo nombre que escribió
el Comandante Prado y que Eudeba publicó en 1972. Una obra hermosa que muestra
la desolación de esa frontera que unía a indios y soldados en una misma
soledad. Gracias también a Ana Pontiggia, que abrió el museo fuera de hora para que pudiera conocerlo.
Pero había algo más que este ignorante desconocía: Villegas
era la cuna de Manuel Puig y el escenario de sus libros más importantes. Entonces
Nieves me hizo otro favor: presentarme a Patricia Barguero, a quien sus amigos
llaman “La viuda de Puig”, como me contó entre risas. Patricia vive en una casa
que perteneció a Puig, y sabe todo, todo lo que puedan imaginarse sobre el
autor. Me recibió con una generosidad enorme, sin importarle que no hubiera
leído nada de Puig y, aceptado mi curiosidad y festejándola, salió de su casa
para guiarme por cada uno de los lugares emblemáticos de la obra de Puig: la
vinería familiar, el teatro español donde funcionaba el cine al que Puig iba
incansablemente, su escuela, la casa de los distintos vecinos que sirvieron de
molde para sus personajes.
En el medio, casi con vergüenza, también pude conocer a mis
lectores y hablar de mis novelas. Fue lindísimo charlar con los chicos y las chicas de las
escuelas ES Nº7, el Instituto María Inmaculada, el Colegio Nacional, la escuela
201 y la ES Nº 8. Hablamos de Hanka 753, El ghetto de las ocho puertas y La
niña y su doble, libros que ellos habían leído para distintas materias. Les
conté cómo había sido el proceso de escritura y entrevistas a las
protagonistas, y los escuché contarme sus impresiones, sus reflexiones sobre lo
que Mira, Nusia y Hanka habían vivido durante el Holocausto.
Charlamos sobre la
importancia de la lectura, de lo que nos lleva a expresarnos a través de
distintas vías, como en mi caso la escritura. Cuando pregunté si alguno leía o
escribía, varios miraron el piso con las sonrisas contenidas, que eran un SI
silencioso. Eso me alegró: no molesten más a los y las jóvenes, no los señalen,
porque cada vez que la escuela o la biblioteca les ofrece algo distinto ellos
responden con interés. Y si no responden, es porque los adultos no sabemos cómo
acercarnos a ellos y ofrecerles los caminos que necesitan.
La charla sobre la trilogía del Holocausto nos llevó a
hablar también de la xenofobia, algo tan vigente como preocupante, y la
necesidad de todos nosotros de denunciar cualquier tipo de discriminación,
porque el silencio y el “mirar para otro lado” no nos hace neutrales, sino
cómplices.
Pero había algo más. En uno de los encuentros, Darío (creo que ese era su nombre), uno de los alumnos, me hizo una
pregunta que me alegró la vida: “¿Va a volver Débora, la amante de Balestra?”
Los dos nos reímos y nos miramos: ambos estamos enamorados de Débora, que va a
volver, claro, y después de esa pregunta más todavía. Ahí me enteré de que
varios chicos y varias chicas habían leído “Con la sangre en el ojo” y que,
como yo, la habían pasado muy bien con Balestra y el Rengo.
Con Darío formamos el club de fans de Débora. |
A todos ellos, un agradecimiento enorme.
También tuve la suerte de conversar con mis lectores adultos
sobre Giuseppina, Frattini, Mira, Nusia, Hanka y Balestra, libros que están a
disposición de los vecinos en la biblioteca y ellos los habían leído. De Martín también
hablamos, pero más como una leyenda porque no hay ejemplares de Delivery en la biblioteca. (A veces me pregunto si esa novela no será una leyenda ficticia, si
realmente la escribí. Una lástima no tener ejemplares para que los lectores de
los libros posteriores puedan leerlo. Sobre todo mis nuevos amigos de Villegas.)
El cierre fue perfecto porque pude dejar mi condición de
autor para enfocarme en mi condición de lector, y terminamos la noche hablando
de los autores y los libros que mas disfruté leer.
Sí, ya sé: este post se hizo larguísimo, enorme. Tan grande
como el agradecimiento que me traigo por la generosidad de todos los que conocí
en estos días en Villegas. Si bien viajé hasta allá para hablar de lo que leo y
escribo, emprendo el regreso cargado de deudas y lecturas pendientes: los
libros de Puig que quiero leer porque Patricia me contagió su fanatismo, “La
guerra al Malón” y “Una excursión a los indios ranqueles”, ese libro del que
tan bien y tanto escuché hablar a mis amigos Emiliano Alvarez, Ricardo
Strafacce y Rolo Pérez.
Otra vez, gracias a cada uno de los que se acercaron a
participar de las charlas. Sobre todo a mis madres adoptivas, que se pasaron el
tiempo preocupándose porque no me faltara nada, de que no caminara ni un metro,
de que tuviera siempre el mate listo. Nieves, Meme, Sandra y Elba: me hicieron
sentir como en casa, me enseñaron un montón de cosas y me trataron tan bien que
me siento en deuda. Prometo volver, así nos sacamos juntos esa foto que me faltó para agregar a este texto de agradecimiento. (Y no me olvido de todos los libros que hubiera
querido secuestrar de esa hermosa biblioteca que Villegas tiene para ofrecerle a
los vecinos y que ustedes llevan adelante con tanto orgullo, trabajo y dedicación).
Qué precioso ale!! Largo pero delicioso... te estas convirtiendo en un peregrino literario! Cuánta riqueza de cada pueblo cada rincón donde tus propios libros te conviertenen en otro personaje de otra historia ensamblada. Felicidades
ResponderBorrarGracias, querida! Seguimos dando vueltas por ahí.
BorrarHermosa nota Alejandro, un gusto haberte conocido y leerte! Abrazo desde aquí!
ResponderBorrarQuerida Patricia, gracias a vos por tu generosidad. Un abrazo grande!
BorrarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderBorrarSos una gran persona, tu conexión con lxs alumnxs fué instantánea. Balestra apareció en nuestra biblio para quedarse, vamos por más lecturas! y esperamos tu regreso
ResponderBorrarSabía que se leía la trilogía en las escuelas, pero ver que habían leído a Balestra y se habían divertido como yo, me alegró la vida. Gracias a ustedes, la pasé genial. Estamos en contacto para lo que necesiten.
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