La literatura está sobrevaluada. Pero más sobrevaluados estamos los autores. Todo está inventado, incluso el ego de priorizar cambiar eso que ya existe por sobre lo que se escribe. Salvo algunos pocos casos, somos simios repitiendo y juntando argumentos y palabras. Incluso los que cabalgan en pony.
Pero leamos a Pierre Boulle, que lo explica mejor que nadie en El planeta de los simios.
“Reconozcamos qué son, ante todo, las artes y, en primer plano, la literatura. ¿Es que ella está fuera de alcance de nuestros grandes simios superiores, si reconocemos que son capaces de juntar palabras? ¿De qué está hecha nuestra literatura? ¿De obras maestras? Una vez más, no. Pero una vez que se escribe un libro original – no hay más de uno o dos por siglo -, los hombres de letras lo imitan, es decir, lo copian de manera tal que se publican cientos de miles de obras que tratan exactamente las mismas materias, con títulos un poco distintos y combinaciones de frases modificadas. Esto los simios, imitadores por esencia, deben de ser capaces de realizarlo, siempre que puedan utilizar el lenguaje.
En resumen, es el lenguaje lo que constituye la única objeción válida. Pero ¡cuidado! No es indispensable que los simios comprendan lo que copian para componer cien mil volúmenes a partir de uno solo. Es evidente que no les es más necesario que a nosotros. Como a nosotros, les basta con poder repetir frases después de haberlas oído. Todo lo demás del proceso literario es puramente mecánico. Es aquí donde la opinión de algunos sabios biólogos adquiere todo su valor: no existe nada en la anatomía del simio, sostienen, que se oponga al uso de la palabra; nada, sino la voluntad. Se puede concebir muy bien que la voluntad les haya llegado un día, después de una mutación brusca.
La perpetuación de una literatura como la nuestra por simios parlantes no choca, por lo tanto, de ningún modo con el raciocinio. Por consiguiente, tal vez, algunos simios de letras se elevaran un grado en la escala intelectual. Como lo dice mi sabio amigo Cornelius, el espíritu se encarna en el gesto – aquí, en el mecanismo de la palabra -, y algunas ideas originales pudieron aparecer en el nuevo mundo simio, al ritmo de una por siglo; como en la Tierra.”
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