Ayer acompañé a Historias Desobedientes en la presentación del tercer libro que publica el colectivo. Esta vez es una antología con textos de 32 desobedientes, bajo el título "Desobediencia deVIDA" y publicado por Editorial Chirimbote.
Es imposible no admirar su valentía,
el coraje, la generosidad con que enfrentaron a sus familias buscando Memoria,
Verdad y Justicia. Sus voces, que es una sola voz, es fundamental para nuestras
sociedades. Y vale el plural: eso que comenzó en Argentina ya se expandió a
Uruguay, Paraguay, Brasil, España, Chile y El Salvador. Algunos viajaron
exclusivamente a Buenos Aires para estar presentes, otros acompañaron por zoom
o enviaron videos desde sus ciudades y países. Yo sabía que genocidas había en
todas partes, pero es una hermosa sorpresa saber tambien hay hijas y familiares
desobedientes que ponen el cuerpo (y la escritura) para rebelarse ante el
horror.
Comparto el link con el video de la presentación
(https://drive.google.com/file/d/1e4yOeZK70acryULww_iQ_RMdJwWVlaah/view?usp=drivesdk)
y, más abajo, las palabras que leí en la presentación, porque uno está grande y
con estas cosas es imposible improvisar (y leer) sin emocionarse.
"Antes que nada quiero agradecerles a Analía Kalinec y a Verónica Estay
Stenge por haberme permitido participar de este proyecto. Para mí es un honor
poder acompañar a este colectivo que vi nacer a la distancia y que hoy ya cruzó
las fronteras de Argentina y llegó a Uruguay, a Brasil, Chile, España y quién
sabe hasta dónde llegará.
En segundo lugar, quiero pedirles disculpas a los muchachos si en algún momento hablo solo en femenino. No es a propósito. Bueno, tal vez sí. Creo que este colectivo que es Historias Desobedientes no hubiera llegado adonde llegó si no hubieran sido las hijas las que alzaron las banderas contra sus padres represores. Así como tiempo atrás las madres y las abuelas de plaza de mayo se plantaron la plaza para preguntar dónde estaban sus hijos y nietos, estas mujeres se plantaron en el living de sus propias casas y le preguntaron a sus padres qué habían hecho durante la dictadura. Admiro esa valentía femenina de hacer lo correcto aunque duela.
Les confieso que estuve pensando mucho qué decir hoy acá, para evitar leer el
prefacio y ser repetitivo.
Por eso les voy a contar qué me pasó cuando leí los textos para poder escribir
el prefacio.
Lo primero que me pasó fue que me pregunté si este libro se enmarcaba dentro de
la literatura del yo. A ver… Los textos que componen esta antología se
escribieron en el marco de un taller literario exclusivo para hijas, hijos y
familiares desobedientes, y hablan de cuestiones que vivieron y las marcaron
como personas, modificando su yo. Por esa misma razón, muchos de los textos
están escritos en primera persona y la mayoría transcurren dentro de la piel de
cada autora, hablando de sus reflexiones, sus emociones, los sentimientos hacia
ellas mismas y su relación con sus padres y su familia. Entonces pensé que sí,
que estos textos debían pertenecer al género de la literatura del yo porque,
poco más o menos, son como un autorretrato o una foto familiar convertida en
palabras. ¿No?
Bueno, yo creo que no.
Si hay algo que define al colectivo de Historias Desobedientes es su falta de
egoísmo. Si hubieran sido egoístas no se hubiesen metido en semejante quilombo.
Porque en lugar de quedarse mirando las fotos familiares que seguramente todos
tenían enmarcadas en el living de sus casas paternas, estas y estos
desobedientes decidieron ver qué había más allá. No les bastaba el plano
cerrado a cal y canto de la escuela católica, el círculo militar o policial, la
obra social de los policías y militares y esa foto en la que el padre sonríe a
cámara en un cumpleaños, en un acto escolar, en Navidad. No.
Estas desobedientes decidieron abrir el plano en el que sus fotos familiares
eran un pequeño detalle, y se animaron a ubicar sus historias personales y la
imagen paterna dentro de esa imagen panorámica que es la sociedad en general.
Hay que ser valiente para hacer eso, porque al abrir el plano los padres
dejaron de sonreír y mostraron sus manos manchadas de sangre. Insisto: hay que
ser valiente y generosa para renunciar a la paz de la foto familiar en pos de
la memoria, la verdad y la justicia de ese paisaje que es el país en el que
naciste y creciste.
Las y los autores tuvieron el valor de hacerlo, y se enfrentaron sus seres
queridos, que los habían criado encerrados en esa foto familiar que no debía
ampliarse nunca porque escondía demasiados secretos, demasiados horrores.
Por eso no es importante el género al que pertenecen los textos, porque este
colectivo de autores conforman un YO HISTORICO que excede a las
individualidades y que es valiente, generoso y disruptivo por donde se lo mire.
Las y los integrantes de Historias Desobedientes, junto con aquellos y aquellas
que comparten la misma historia pero la transitan por fuera pero con la misma
convicción, conforman una voz tan nueva como necesaria para todos los
argentinos, chilenos, brasileños, uruguayos, paraguayos y españoles.
Son la voz de la desobediencia, de la rebeldía ante la crueldad, una voz tan
generosa que fue capaz de renunciar a un montón de cosas en pos de la memoria,
justicia y la verdad.
Y no solo eso: también se animaron a contarnos cómo vivieron la ampliación de
la foto, sus secuelas, sus emociones y las consecuencias de sus
descubrimientos. Algo que también exige valentía.
Por eso las admiro. Por eso es un placer estar acá y por eso es tan importante
la publicación de este libro.
Muchas gracias y felicidades."
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