Pensar que estuve a punto de abandonar esta novela en la
pag. 50, me hubiera perdido un montón de cosas. Pero no la dejé por consejo de
Ana, que insistió con que siguiera. Y seguí. No solo por la recomendación de
Ana, sino porque desde la primera frase toda la novela está escrita de manera
perfecta. Cada palabra, cada descripción, cada metáfora. Nunca había leído nada
de la autora, y la vedad es que su escritura es para aplaudir. La disfruté
mucho, me entretuvo, me mantuvo en vilo.
Si bien el tema de “los padres” no sea algo que me guste
leer (me aburre esa cuestión adolescente de echarle la culpa a los padres), “Para
que sepan que vinimos” tiene un manejo del duelo muy complejo: empieza como una
ausencia y termina con una presencia que aterra a la protagonista (y a los
lectores). Muta de género, parece una novela de clase media psicoanalizada y se
va desenvolviendo para mostrar el horror. Me encantó eso, y entré como un
caballo. Impecable.
Como crítica, creo que es una novela que tarda mucho en
empezar y termina de manera abrupta. De las primeras 100 páginas, me parece que
con la mitad bastaba para crear el clima denso que exige la trama, y hubiera
estirado un poco más el final, hubiera dado mas detalles. Ahora bien, ¿a quién
le importa mi opinión? A nadie. Pero bueno, los lectores no podemos callarnos.
Y cuando hablamos después de una lectura, es porque nos movió algo. Y esta
novela te mueve un montón de cosas. Pulcra, oscura, de una escritura admirable.
La recomiendo.
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