Reflexiones de un tipo que vio Rafaela-Boca mientras Messi
se convertía en Héroe (otra vez)
Soy tan bostero que no me plantee ninguna disyuntiva: si
Boca jugaba a la misma hora que el Madrid-Barsa o que Argentina-Brasil, yo
tenía que ver jugar a mi club. Así lo hice. Es decir, miré el partido, porque
Boca no jugó en ningún momento, salvo dos o tres toques entre Pavón y Fabra.
Ayer Boca practicó un deporte quimérico: mezcla de rugby, golf con esos palazos
larguísimos a la nada, y también tuvo tiempo para jugar a las escondidas.
A esta altura del campeonato, quiero que Boca salga campeón
por más que juegue así. Lo necesitamos. Necesitamos festejar algo, y sobre todo
poder clasificar a la Libertadores. No sé para qué, pero por lo menos para mirar
partidos los miércoles, ya que con este equipo dudo que pasemos la primera
ronda.
Ayer “no se podía jugar”, dijo el DT. Y tiene razón: si
ponés a Zuqui jugando de extremo, no la va a tocar. Si Vergini hace foul cada
vez que sale a cruzar, siempre vamos a tener tiros libres peligrosos para una
defensa que hace agua en cada centro. Si Bentancour tiene la cabeza en Turín y
siempre muestra esa calidad que tiene impresa un enfriamiento de pecho,
tampoco. Si al pobre y rendidor Benedetto lo obligan a matarse con centrales y
mediocampistas sin dejarlo de frente al arco, tampoco. Si Fabra y Peruzzi
vuelven de atacar caminando de rodillas, menos.
Pero eso no significa que deje de ver a Boca. No soy como
algunos de mis amigos, que cuando su equipo pierde dos partidos se dan de baja
en el cable y miran Netflix. Soy cabeza dura. Si juega Boca, tengo que verlo. Y
hace rato que estoy viendo a Boca sin verlo jugar. No me parece menor el dato
de los lesionados: Gago le había dado un primer toque que la mitad de cancha ya
no tiene, por más que Barrios tenga un despliegue bárbaro y recupere tantas
pelotas. Sin Centurión, el rehabilitado salidor nocturno, tenemos menos vértigo
que la llanura pampeana.
Al margen de eso, cada vez que el equipo tiene un partido
decisivo, tiembla (como años atrás lo hacía la Bombonera). Empiezan los miedos.
Contra Talleres, Defensa y Rafaela pasó lo mismo: al recibir el gol del empate,
los 11 jugadores se escondieron, sudando un miedo frío que los empujaba para
atrás. “Ahora lo perdemos”, parecen pensar.
Como dijo Su Santidad JRR, Boca no es un equipo serio. Pero
lo mas preocupante es que después de cada partido, el DT pone excusas como un
niño de 5 años que rompió un vidrio de un pelotazo. Hace agua, Guillermo.
Lamentablemente, y ojalá que me equivoque, no le veo futuro en el club. No digo
que no tenga capacidad, y al margen de que no me gusta el estilo de juego que
propone, dudo que pueda desarrollarla hoy en 2017 en Boca que tiene un plantel
tan volátil en su carácter que se deprime con un lateral mal sacado. Un club
relegado por un presidente que mira más la política y su propia conquista del
poder que el éxito deportivo.
En fin. Seguiré viendo a Boca pase lo que pase, con la
esperanza de que cuando termina el partido puedo ver el resumen del mejor
jugador del Mundo destrozando rivales a domicilio. Gracias Messi por mostrarme
un poco de fútbol un domingo por la tarde.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario