Alejandro Parisi

Alejandro Parisi

jueves, 14 de septiembre de 2017

Balestra, fragmento: esos nenes con súper poderes.



Porque siempre nos gustaron los deslices de las clases altas, en honor al rugbier mendocino atropellado por su novia recordamos este fragmento de Con la sangre en el ojo, donde también hay nenes ricos con súper poderes.




"Por la puerta del club entraban y salían ancianos vestidos con ropas deportivas; ingenieros, médicos y abogados que más temprano que tarde irían a parar a algún geriátrico cinco estrellas. Balestra controlaba el ir y venir de los más jóvenes, en especial de los que podían ser compañeros de Lautaro Álvarez Campos y de las adolescentes inquietas con breves falditas de hockey.
A las cinco y diez, Álvarez Campos salió rodeado de amigos, se despidió de ellos en la puerta y se alejó del grupo en dirección a donde estaba Balestra. Él lo vio venir en el espejo retrovisor, y tuvo que contenerse para no salir dando un portazo y sujetarlo del cuello. Al fin, cuando pasó delante suyo y se agachó para quitarle el candado a una moto, Balestra bajó del auto sin hacer ruido.
­        ¿Lautaro?
El chico se incorporó.
­        ¿Sabés que mi mamá tenía un peluquero puto que se llamaba Lautaro? Le decían Lauti…
Medía dos cabezas menos que Balestra, pero eso no parecía importarle:
­        ¿Perdiste algo? – dijo.
­        No, vos perdiste algo. La billetera, ¿no?
Al ver la billetera que Balestra tenía en la mano, Lautaro Álvarez Campos se puso más pálido de lo que ya era; sus pecas resaltaron, como si formaran parte de algún detector de problemas. Miró hacia los costados y cuando estaba por escapar, Balestra le apoyó una mano en el hombro; de lejos podían pasar por padre e hijo, de cerca todos hubieran notado la cara de dolor del chico. Balestra le apretaba con fuerza y le hablaba con tono burlón:
­        Quiero saber el nombre de los otros pibes…
­        ¿Qué pibes? Soltá, soltame… ¿sabés quién es mi papá?
­        Me chupa un huevo tu viejo, tu vieja y la puta que te parió. No te hagás el pelotudo. Decime quiénes son los otros.
­        ¿Sos policía?
­        Peor.  
Pasó un auto, y el chico intentó gritar pero Balestra calló su grito con una carcajada y saludó al conductor.
­        Sos más puto que el peluquero de mi vieja. Quedate tranquilo, por ahora no te voy a hacer nada… ¿Cuántos son?
­        No sé. No sé. En mi brigada somos cuatro.
­        ¿Brigada?
­        Sí… nos dividimos en brigadas.
A Balestra empezaba a enojarlo tanto misterio. Pisó uno de los pies de Lautaro Álvarez Campos con su zapato número cuarenta y siete, y preguntó:
­        Entonces decime quiénes son los otros tres… deben reunirse en algún lado, ¿no?
­        ¿Qué? No, no los conozco, todo es por teléfono, mensajes, o por chat. Y cuando nos vemos tenemos las máscaras puestas…
Esperaba encontrarse con una secta de fanáticos del Opus Dei que se reunía en una mazmorra, y apenas eran niños mandando mensajes de texto desde el living de su casa, tal vez a la hora de la cena, delante de sus padres. Pisó un poco más fuerte, y como si se tratara de una de esas muñecas que hablan cuando se les presiona la panza, el chico comenzó a gemir.
Un nuevo grupo de falditas se acercaba por la vereda. Una hizo un comentario que provocó la risa de las otras; miraron a Lautaro Álvarez Campos y murmuraron entre ellas. Balestra bajó el brazo, y después encendió un cigarrillo para despistar. Al pasar junto a ellos, las chicas saludaron a Lautaro a coro. Pero él ya no estaba: al mejor estilo James Dean, había aprovechado la distracción de Balestra para subirse a la moto y escapar, dejando tras de sí un detective furioso y un club de fans excitado. Con fastidio, Balestra se agachó para tomar el enorme celular de pantalla digital que Álvarez Campos había dejado caer sin darse cuenta, apurado por escaparse."

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