Alejandro Parisi

Alejandro Parisi

lunes, 20 de enero de 2020

Balestra y los pasatiempos de los adolescentes del Siglo XXI.



"Recordaba haberlo visto antes, en los diarios y en la televisión. Álvarez Campos era un juez exitoso que lentamente estaba construyendo una carrera política que apuntaba alto, muy alto. Ahora estaba apoyado contra una pared, pero al ver entrar a Balestra y al comisario recuperó la postura solemne que exigía su propia investidura.
Dio un paso adelante.
­      -  Detective Balestra.
­      -  Su señoría.
­     -   Me decía el comisario que todo fue un malentendido… mi hijo se asustó mucho con su… interrogatorio.
­      -  No era mi intención.
­      -  ¿Y se puede saber qué quería preguntarle?
­    -    Estoy haciendo una encuesta sobre pasatiempos de los adolescentes del Siglo XXI… no sabe la imaginación que tienen…
Domínguez se llevó una mano a la frente. Álvarez Campos dio otro paso hacia Balestra.
­     -   ¿Qué quiere decir?
­     -   Lo que usted ya sabe: que su hijo juega al exterminador de linyeras. 
­     -   Escuchame, Balestra. Mi hijo no hace esas cosas. Me juró que él no le pegó a nadie.
­     -   Entonces le gusta mirar.
­     -   Ya le dije que eso no se hace.
­     -   ¿Lo puso en penitencia?
Domínguez le hizo una seña, pero Balestra no entendió qué quería decirle. Álvarez Campos había vuelto a acercarse.
­     -   Mirá, Balestra, te voy a ser sincero. Yo estuve preguntando por vos y... Te estoy avisando. Yo sé que mi gobierno no está en las mejores relaciones con el de tu país, pero sería un gesto de acercamiento diplomático detener y extraditarles un represor uruguayo. Viste que eso está de moda, ¿no?
Balestra miró a Domínguez, que asintió con amargura.
­   -     Sé que fuiste policía en Montevideo durante la dictadura, sé quién fue tu papá, sé las cosas que hicieron juntos, sé por qué te fuiste… Mirá que si tengo que armarte una causa por torturador para sacarte del medio lo hago en menos de cuarenta y ocho horas… ¿sabés qué bien me vendría denunciar a un represor uruguayo en pleno conflicto por las papeleras?
­    -    Yo no soy eso.
­    -    ¿Estás seguro?
Balestra guardó silencio.
­    -    Vos sos lo que la prensa diga.
Luego de atacar, Álvarez Campos dio un paso hacia atrás sin dejar de mirarlo a los ojos.
­    -    Por favor, señor juez, no hace falta llegar a eso – intervino Domínguez – Álvaro no va a molestar a su hijo porque todo fue una confusión.
Desde su metro sesenta, el tucumano intentaba captar la atención de aquellos dos hombres altos que se amenazaban. Balestra guardó silencio. Pensaba. No podía especular con que sus excusas sirvieran de algo frente a la que podían inventar los creativos publicitarios de Álvarez Campos. Lo sentía por el Rengo, pero su participación en el asunto estaba terminada.  
­    -    De mi hijo, te olvidás, ¿me entendiste?
­    -    Perfectamente.
­   -     ¿La billetera?
Domínguez pareció recuperar su color pardo al ver que el detective le entregaba la billetera al juez.
Al parecer, el pequeño mata linyeras no se había dado cuenta de que el celular se le había caído delante de él.  
­    -    La denuncia, señor… - murmuró Domínguez.
­    -    Ya mismo les pido a mis abogados que la retiren. Buen día, caballeros.
Saludó a Domínguez y al mismo Balestra con naturalidad, como si hubieran estado jugando a las cartas. Salió y afuera se le pegaron los guardaespaldas que lo estaban esperando en la puerta. Al ver cómo se alejaban, Balestra pensó en los peces que viven pegados a tiburones, alimentándose con sus sobras. Pero Domínguez no estaba para demasiadas metáforas, así que Balestra se ahorró el comentario.
­     -   Si querés hacer beneficencia andá Cáritas, pero te olvidás de los linyeras, ¿me entendiste? Quedate en el molde, Alvarito, yo sé por qué te lo digo.
­     -   ¿Qué sabe Álvarez Campos?
­     -   Todo.  
Balestra se había sentado, y se secaba las palmas de las manos en el pantalón.
­    -    Vos casi que no hiciste nada, pero tenés el culo sucio. Te pueden acusar de lo que se les ocurra. Como si lo que hicimos hubiera sido una decisión nuestra… Hijos de puta, se la agarran sólo con los uniformes… No respetan a nadie. Tengo compañeros que no pueden salir a la calle porque la gente les grita cosas…
          Balestra se incorporó, furioso.
­  -      No es lo mismo.  
­  -      Vos sabrás, Alvarito. Yo sólo te aviso."

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